
A mediados de octubre de 2025, la campaña presidencial de Jeannette Jara, candidata oficialista por el bloque de centroizquierda, lanzó una franja televisiva que prometía un mensaje de "alegría, optimismo y esperanza". Este espacio, que se extendió por 28 días consecutivos, buscó mostrar no solo las propuestas de la exministra del Trabajo, sino también el respaldo de un gran equipo de centroizquierda que la acompaña, según adelantó su comando.
La senadora independiente y vocera de Jara, Alejandra Sepúlveda, enfatizó que la franja se basaba en las ideas surgidas del "diálogo ciudadano por Chile", un proceso participativo que pretendía conectar con las demandas sociales y políticas del país. "Será una franja con mucha alegría, con mucho optimismo y con mucha esperanza para el Chile que viene", afirmó la parlamentaria.
Sin embargo, a tres semanas de finalizada la emisión, el análisis revela un escenario más complejo. Por un lado, sectores progresistas valoran la apuesta comunicacional como un intento necesario de renovar el discurso político, alejándose de la polarización y el pesimismo que han marcado los últimos años. Para ellos, el énfasis en el optimismo y la unidad del equipo representa un paso hacia la reconstrucción de la confianza ciudadana.
En contraste, voces críticas dentro del mismo bloque advierten que el mensaje resulta insuficiente para enfrentar los desafíos estructurales que enfrenta Chile. "La alegría no puede tapar la realidad de las desigualdades ni la falta de propuestas concretas para resolverlas", señala un dirigente socialista que prefirió mantener el anonimato. Esta corriente reclama un discurso más audaz y una agenda política que atienda con urgencia temas como la desigualdad, la seguridad y la reforma constitucional.
Desde la derecha, la franja fue recibida con escepticismo y críticas. Analistas conservadores la interpretan como una estrategia electoral que busca disfrazar la falta de propuestas sólidas con un mensaje emocional. Para ellos, la apuesta por la "esperanza" no logra ocultar las divisiones internas que debilitan al bloque oficialista.
En el plano social, la recepción ciudadana también fue diversa. Encuestas posteriores muestran que mientras un segmento importante de votantes jóvenes y urbanos se sintió identificado con el tono positivo y participativo, otros sectores más vulnerables y rurales manifestaron desconexión con el mensaje, evidenciando una brecha entre el discurso televisivo y la realidad cotidiana.
Este fenómeno pone en evidencia un desafío mayor para la centroizquierda: cómo articular un relato político que sea a la vez esperanzador y capaz de responder a las demandas concretas de una sociedad fragmentada y en proceso de redefinición.
En conclusión, la franja de Jeannette Jara no solo fue un espacio de propaganda electoral, sino un espejo de las tensiones internas y externas que atraviesa la centroizquierda chilena. El mensaje de alegría y esperanza se enfrenta a la dura realidad de las expectativas ciudadanas y la necesidad de propuestas sólidas.
Queda claro que el futuro político de este sector dependerá de su capacidad para conjugar emoción y contenido, unidad y diversidad, discurso y acción. La campaña ha abierto un debate que, más allá de la coyuntura electoral, invita a una reflexión profunda sobre el rumbo que Chile desea emprender.