
Un acuerdo que abre una puerta, pero no cierra la guerra. El pasado 11 de octubre, Chile expresó su respaldo a la primera fase del histórico acuerdo de paz entre Israel y Hamas en Gaza, mediado por Egipto, Qatar, Turquía y Estados Unidos. Este acuerdo contempla un cese de hostilidades, la liberación de rehenes y prisioneros, y la apertura para la entrega de ayuda humanitaria en la Franja de Gaza. Sin embargo, a poco más de un mes, el panorama revela una compleja trama de esperanzas, tensiones y desafíos que Chile y el mundo observan con creciente atención.
Desde el gobierno chileno, la Cancillería ha reiterado el compromiso con una solución política y pacífica basada en el respeto al derecho internacional y los derechos humanos. “Chile destaca el rol de la diplomacia y la mediación internacional como herramientas esenciales para avanzar hacia la estabilidad y la paz duradera en la región”, declararon oficialmente. Esta postura refleja una visión institucional que ve en el acuerdo un avance significativo, aunque parcial, hacia un futuro menos violento.
No obstante, la sociedad civil chilena y diversos actores políticos han ofrecido miradas divergentes. Por un lado, organizaciones de derechos humanos aplauden la apertura humanitaria y la liberación de rehenes como pasos indispensables, pero advierten que “la paz no se construye solo con ceses al fuego temporales, sino con justicia y reconocimiento mutuo de las violaciones cometidas”. Por otro, sectores más críticos cuestionan la efectividad de la mediación internacional, señalando que las raíces del conflicto permanecen intactas y que la fragilidad del acuerdo podría derivar en nuevos estallidos de violencia.
En el terreno regional, la Franja de Gaza sigue enfrentando enormes desafíos. La entrada diaria de 600 camiones con ayuda humanitaria ha aliviado parcialmente la crisis, pero las necesidades básicas como agua, electricidad y salud continúan siendo críticas. La infraestructura dañada por años de conflicto requiere reconstrucción profunda, una tarea que excede la primera fase del acuerdo y que demandará cooperación internacional sostenida.
Políticamente, el acuerdo ha reactivado el debate en Chile sobre el papel del país en la diplomacia global y su responsabilidad frente a conflictos internacionales. Desde la izquierda hasta la derecha, las voces se dividen entre quienes ven un liderazgo moral y estratégico en el respaldo a la paz, y quienes advierten sobre los riesgos de involucrarse en conflictos ajenos con dinámicas complejas y arraigadas.
En definitiva, la firma y ratificación de esta primera fase del acuerdo de paz en Gaza es un hito que Chile celebra, pero que también invita a la reflexión crítica sobre las vías para lograr una paz sostenible. La historia reciente muestra que los acuerdos parciales pueden ser frágiles y que la diplomacia debe ir acompañada de acciones concretas que atiendan las causas profundas del conflicto.
La lección para Chile y el mundo es clara: la paz no es un evento, sino un proceso arduo, lleno de desafíos y contradicciones, donde la voluntad política, la justicia y la solidaridad internacional deben conjugarse para evitar que la tragedia humana se repita.
“El compromiso chileno debe mantenerse firme, pero con los ojos abiertos a la complejidad y a las voces diversas que exigen una paz justa y duradera”, concluyen expertos consultados por diversas fuentes internacionales y nacionales.
Así, Chile se posiciona en un escenario global donde la esperanza y la incertidumbre conviven, y donde el camino hacia la paz en Gaza sigue siendo una tarea tan necesaria como desafiante.