
Un ataúd, un símbolo y una herida abierta. El 9 de noviembre de 2025, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) confirmaron la recepción del supuesto cadáver del oficial Hada Goldin, caído en combate hace más de once años, en agosto de 2014. Este hecho, aparentemente puntual, se convierte en un nuevo capítulo de una tragedia que aún no encuentra cierre, y que expone las complejas dinámicas de un conflicto que parece perpetuarse en el tiempo.
Goldin murió en una emboscada en Rafah, en la Franja de Gaza, en 2014, y sus restos estuvieron retenidos por Hamas durante más de una década. La entrega se realizó a través del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), en un gesto que, aunque esperado, no puede desligarse del contexto bélico que sigue marcando la región.
Desde Tel Aviv, el primer ministro Benjamin Netanyahu subrayó la importancia del acto y aseguró que el esfuerzo por rescatar a los rehenes continúa sin pausa. 'El esfuerzo por rescatar a nuestros rehenes continúa y no cesará hasta que el último sea liberado', afirmó, en una declaración que mezcla esperanza y determinación.
Este acontecimiento no es unívoco. En Israel, sectores políticos y militares ven la entrega como un paso necesario para honrar a sus caídos y mantener la moral en un conflicto que desgasta. La ceremonia militar que acompañó la recepción de los restos, con la participación del Gran Rabino de las FDI, refuerza la dimensión simbólica y nacionalista del momento.
En contraposición, voces palestinas y de organizaciones internacionales advierten que la entrega no puede ser entendida fuera del marco de una ocupación prolongada y de un conflicto que sigue cobrando vidas y generando sufrimiento. Desde Hamas, la retención de cadáveres ha sido una práctica denunciada como parte de una estrategia de presión y negociación, que no solo afecta a las familias sino que profundiza el ciclo de violencia y desconfianza.
La entrega se produce en un momento en que la ciudad de Rafah es escenario de intensos combates, con un centenar de milicianos palestinos atrapados, según reportes recientes. Este detalle es crucial para comprender que, lejos de cerrar heridas, el acto abre nuevamente la discusión sobre la dinámica de poder y las condiciones en la Franja de Gaza.
Además, la entrega pone en evidencia la tensión entre la necesidad de gestos humanitarios y la realidad de un conflicto que no cede. La comunidad internacional, a través del CICR, actúa como mediadora en un escenario donde la palabra y el gesto tienen peso, pero no logran aún romper el ciclo de violencia.
Este episodio revela varias verdades difíciles de soslayar. Primero, que las heridas del conflicto israelí-palestino son profundas y de larga duración, donde cada acto simbólico tiene un impacto político y social. Segundo, que la entrega de restos humanos, aunque humanitaria, es también una pieza en el tablero de negociaciones y estrategias de poder.
Finalmente, la historia de Hada Goldin y la reciente entrega de sus restos nos recuerdan que en este conflicto, las tragedias humanas no son solo números o titulares, sino relatos de dolor, memoria y reivindicación, que siguen enfrentando a comunidades y naciones en un escenario donde la paz parece aún lejana.
Fuentes: La Tercera, Arutz Sheva, The Times of Israel, Comité Internacional de la Cruz Roja.