
Un encuentro con ecos globales y consecuencias locales. El pasado 5 de noviembre de 2025, el presidente argentino Javier Milei recibió en Casa Rosada a Peter Lamelas, el nuevo embajador estadounidense enviado con la misión explícita de limitar la influencia de China en Argentina. El contexto no podría ser más tenso: a pocos días de su triunfo electoral y en plena dependencia financiera del respaldo millonario de Donald Trump, Milei afianza un alineamiento que trasciende la retórica para impactar en proyectos y políticas nacionales.
La reunión se produjo en un marco de incertidumbre y controversia, justo cuando la comunidad científica argentina denunciaba la paralización del Radiotelescopio Argentino Chino (CART), un proyecto conjunto iniciado en 2015 y que ahora se encuentra en suspenso. Piezas e instrumentos enviados desde China permanecen retenidos en la aduana de Buenos Aires, mientras el Conicet no renovó el acuerdo de cooperación, frenando un desarrollo que había sobrevivido a varios gobiernos.
Desde el Gobierno argentino, la versión oficial niega que el apoyo financiero estadounidense esté condicionado a la ruptura o enfriamiento de relaciones con China. Sin embargo, la comunidad científica y académica no oculta su preocupación. “Los intereses políticos circunstanciales no deben obstaculizar este proyecto”, señaló el consejo superior de la Universidad Nacional de San Juan, sede del radiotelescopio. “Alertamos sobre la evidente injerencia de intereses extranjeros que condicionan los destinos de la ciencia y el desarrollo tecnológico de Argentina”, añadieron los investigadores, denunciando una externalización de la política científica que pone en riesgo el patrimonio nacional.
Por otro lado, la embajada estadounidense, a través de Lamelas, reafirma un compromiso de fortalecimiento bilateral basado en valores e intereses compartidos, pero con una agenda clara: “Combatir la corrupción china en todas las provincias del país”, un discurso que se traduce en presiones para reducir la penetración económica y estratégica de Beijing en el Cono Sur.
Esta historia no es solo una disputa bilateral, sino un capítulo más en la creciente pugna global entre Estados Unidos y China. Trump, con su apoyo explícito a Milei y su ofensiva arancelaria y diplomática contra China, ha reconfigurado el tablero regional. El rescate financiero de 20.000 millones de dólares y la promesa de créditos adicionales ataron la suerte del presidente argentino a la Casa Blanca, condicionando decisiones que antes parecían exclusivamente nacionales.
En este escenario, el proyecto CART simboliza la tensión entre desarrollo científico autónomo y las dinámicas de poder internacionales. Su paralización no solo afecta a la comunidad académica, sino que también revela cómo la ciencia se convierte en campo de batalla de intereses políticos y económicos.
A casi diez días del encuentro entre Milei y Lamelas, queda claro que Argentina enfrenta un dilema complejo: equilibrar la necesidad de apoyo financiero externo con la defensa de su soberanía científica y tecnológica. La influencia estadounidense, en su afán por contener a China, ha generado una fractura tangible en un proyecto que hasta ahora había sido un símbolo de cooperación internacional y progreso.
El futuro del radiotelescopio y, en extensión, de la política científica argentina, dependerá de la capacidad del país para navegar entre estas presiones sin sacrificar sus intereses a largo plazo. Mientras tanto, el drama se despliega en un escenario donde la ciencia es víctima y testigo de la disputa global por el poder.
Fuentes consultadas incluyen reportes de El País Argentina, declaraciones de la Universidad Nacional de San Juan, el Conicet, y análisis de expertos en relaciones internacionales y política científica.