
El crimen de Valentina Alarcón, joven de 26 años encontrada muerta tras 16 días desaparecida en La Pintana, ha dejado al descubierto no solo la brutalidad de un femicidio, sino también las complejidades sociales y comunitarias que rodean este hecho.El 25 de octubre, Valentina salió de su casa, supuestamente a un evento de hinchas de la Universidad de Chile, y desde entonces su familia perdió contacto con ella. La investigación, basada en registros de cámaras de seguridad y rastreo telefónico, determinó que Valentina terminó en un domicilio ocupado para el tráfico de drogas, donde fue atacada.El imputado, Robinson René Saunders González, conocido en la zona como “El Cebolla”, fue formalizado y enviado a prisión preventiva.
"Más que un conocimiento personal, entendemos que Valentina consumía droga y llegó a ese domicilio con esa intención. El problema se produjo cuando este sujeto la empezó a forzar a violarla", explicó la fiscal Pamela Bustamante, quien lidera la investigación.
Lo que agrava aún más la tragedia es la existencia de un testigo presencial del ataque sexual que no denunció a Carabineros.Este silencio ha generado un debate profundo sobre la responsabilidad social y la cultura de la denuncia en barrios vulnerables, donde la desconfianza hacia las instituciones es persistente.
Desde una perspectiva política, las voces se dividen. Algunos sectores enfatizan la necesidad urgente de reforzar la seguridad y presencia policial en comunas como La Pintana, mientras que otros advierten que la respuesta no puede limitarse a la represión, sino que debe abordar las causas estructurales como la pobreza, la exclusión y el narcotráfico.
Una dirigente vecinal señaló: "No podemos seguir viviendo con miedo y silencio. Este caso nos duele a todos, pero también nos obliga a mirar qué falla en nuestra comunidad".
Además, organizaciones de derechos humanos han puesto en relieve la importancia de proteger a testigos y víctimas, y han criticado la falta de programas efectivos para prevenir la violencia de género en contextos vulnerables.
El imputado también habría robado el celular de Valentina y vendido el aparato, lo que permitió dar con su paradero y formalizarlo por violación con femicidio y robo con homicidio.
Este caso sacude la conciencia colectiva y obliga a confrontar no solo la brutalidad del crimen, sino también las fallas del entramado social que permite que tragedias así ocurran y se silencien.
En conclusión, la historia de Valentina Alarcón revela una tragedia multifacética: un femicidio atroz, un testigo silente y una comunidad en tensión entre miedo y exigencia de justicia. Las respuestas, hasta ahora, muestran un Chile dividido entre la urgencia de medidas punitivas y la necesidad de transformaciones profundas en lo social y comunitario. Lo cierto es que el silencio y la indiferencia ya no pueden ser opciones aceptables.