
El próximo lunes, la Academia Sueca anunciará al ganador del Premio Nobel de Economía 2025, un evento que, más allá de la ceremonia, representa una batalla intelectual que ha madurado en años de investigación y debate. Este año, las quinielas apuntan a cinco economistas que han marcado con sus estudios el análisis contemporáneo de la economía laboral, la desigualdad y la incertidumbre.
En el centro del escenario están David Autor, del MIT, y Lawrence F. Katz, de Harvard, cuya obra conjunta ha diseccionado la estructura salarial y la desigualdad de ingresos en contextos de cambio tecnológico y globalización. Su trabajo no solo analiza el impacto del avance tecnológico en la polarización del empleo, sino que también pone en tensión cómo estos cambios afectan la demanda de habilidades y la distribución de ingresos. "Exploramos cómo la tecnología y la globalización transforman el mercado laboral y moldean los resultados electorales", ha señalado Autor en entrevistas previas. Desde una perspectiva liberal, sus estudios son vistos como una base para políticas que promuevan la educación y la adaptación tecnológica, mientras que sectores más críticos alertan sobre la insuficiencia de estas medidas para abordar las crecientes brechas sociales.
Por otro lado, Marianne Bertrand, de la Universidad de Chicago, y Sendhil Mullainathan, del MIT, han puesto el foco en la discriminación racial y la influencia de la psicología y la cultura en la economía laboral. Su investigación conjunta ha desafiado las visiones tradicionales, incorporando métodos de aprendizaje automático para entender cómo prejuicios y estructuras sociales afectan la gobernanza corporativa y el acceso al empleo. "Nuestro trabajo revela que la discriminación no es solo un fenómeno económico, sino profundamente social y cultural", explica Bertrand. Esta perspectiva ha generado debates intensos, con defensores que la consideran esencial para diseñar políticas inclusivas, y detractores que temen que la politización de la economía pueda entorpecer la eficiencia del mercado.
Finalmente, Nicholas Bloom, de Stanford, completa este cuarteto con un enfoque en la incertidumbre económica y política y su impacto en inversión, empleo y crecimiento. Sus estudios sobre cómo la volatilidad afecta la toma de decisiones empresariales y la productividad han cobrado especial relevancia en un mundo marcado por crisis globales y cambios abruptos. "La incertidumbre es un factor clave que ralentiza la economía y genera efectos prolongados en el empleo", ha declarado. En círculos empresariales, su trabajo es valorado por ofrecer herramientas para la gestión del riesgo, mientras que en ámbitos sociales se discute el costo humano de estas fluctuaciones.
Este abanico de investigaciones refleja un Nobel que no solo premia la excelencia académica, sino que también pone en escena las tensiones profundas y actuales de la economía global y local: la lucha contra la desigualdad, el reconocimiento de la diversidad cultural y racial, y la gestión de la incertidumbre en tiempos complejos.
Más allá del galardón, estas investigaciones han influido en políticas públicas, reformas laborales y debates sociales, evidenciando que la economía es un campo en constante diálogo con la realidad humana. La pluralidad de perspectivas invita a los ciudadanos a reflexionar sobre las causas y consecuencias de los fenómenos económicos, entendiendo que no hay respuestas simples para problemas complejos.
En definitiva, el Nobel de Economía 2025 no solo reconoce a quienes avanzan en el conocimiento, sino que también expone ante la sociedad las disputas y desafíos que configuran el presente y el futuro del trabajo, la justicia social y la estabilidad económica.