En el corazón de un conflicto que parece repetirse sin fin, la reciente revelación de que Estados Unidos tenía conocimiento desde 2024 sobre el uso de escudos humanos por parte de soldados israelíes en Gaza ha abierto una nueva grieta en la ya tensa relación entre aliados y adversarios.
El 13 de noviembre de 2025, Reuters difundió que la inteligencia estadounidense había detectado discusiones internas en Israel sobre el envío de palestinos a túneles peligrosos, con la sospecha de que estos civiles o prisioneros eran usados como protección humana. Esta información fue compartida con la Casa Blanca y analizada durante los últimos meses de la administración Biden, sin que hasta ahora se conociera públicamente.
Desde la perspectiva estadounidense, funcionarios del gobierno de Biden expresaron preocupación ante estos informes, pero no hay claridad sobre si esta información fue comunicada o discutida oficialmente con el gobierno israelí. Por su parte, el ejército israelí ha declarado que 'prohíbe el uso de civiles como escudos humanos o coaccionarlos para participar en operaciones militares', iniciando investigaciones internas ante las sospechas.
Sin embargo, testimonios de palestinos y reportajes de medios internacionales como Al Jazeera y The Associated Press han documentado casos similares durante 2024 y 2025, incluyendo imágenes verificadas de soldados israelíes utilizando a palestinos para protegerse en incursiones militares, generando condenas internacionales y cuestionamientos sobre la legalidad de tales acciones.
Este episodio coloca a Estados Unidos en una posición incómoda: por un lado, la alianza histórica con Israel, fundamental para su política en Medio Oriente; por otro, la obligación de respetar y promover el derecho internacional humanitario, que prohíbe el uso de civiles como escudos humanos.
Expertos en relaciones internacionales consultados por medios regionales señalan que esta revelación podría afectar la credibilidad de Washington en foros multilaterales y entre sus aliados árabes, además de alimentar la percepción de parcialidad en el conflicto.
Para la sociedad palestina y los observadores en la región, la confirmación de que la inteligencia estadounidense tenía conocimiento de estas prácticas sin una acción pública contundente refuerza sentimientos de abandono y desconfianza hacia la comunidad internacional.
En Israel, la noticia ha generado debates internos sobre la ética militar y la transparencia, mientras grupos de derechos humanos exigen investigaciones independientes y sanciones claras.
A más de un año de que se conociera esta información, la ausencia de una respuesta coordinada y pública entre Estados Unidos e Israel evidencia las tensiones entre intereses estratégicos y compromisos legales.
Este caso pone en evidencia la complejidad de un conflicto donde la legalidad y la moralidad se enfrentan a la realpolitik, y donde las víctimas —en este caso, civiles palestinos— quedan atrapadas en medio de decisiones que escapan a su control.
Finalmente, la revelación obliga a repensar no sólo las prácticas militares, sino también el papel de las grandes potencias en la supervisión y la garantía del respeto a los derechos humanos en zonas de conflicto. La historia seguirá en desarrollo, pero esta verdad ya no puede ser ignorada.