
Michelle Bachelet, exmandataria de Chile y exalta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, se encuentra en el epicentro de una de las candidaturas más relevantes para la política internacional de América Latina en los últimos años. El 8 de octubre de 2025, Costa Rica respaldó oficialmente a Rebeca Grynspan, principal competidora de Bachelet para la Secretaría General de Naciones Unidas, marcando un primer enfrentamiento diplomático que anticipa un camino lleno de desafíos y negociaciones.
La embajadora chilena ante la ONU, Paula Nárvaez, fue una de las primeras en sugerir públicamente la postulación de Bachelet y ha jugado un rol clave en la coordinación de la campaña. En diálogo con fuentes diplomáticas, Nárvaez enfatizó la trayectoria de Bachelet: dos veces presidenta de Chile, con experiencia en ONU Mujeres y como alta comisionada para los Derechos Humanos, atributos que la convierten en una candidata con credenciales sólidas y un perfil que responde a las demandas de liderazgo global, especialmente en la promoción de la igualdad de género y los derechos humanos.
México, por su parte, ha manifestado un respaldo explícito a la candidatura chilena. La presidenta Claudia Sheinbaum se reunió con Bachelet en Ciudad de México en octubre, en un gesto interpretado como una señal política de apoyo estratégico en la región. La presencia en ese encuentro de Alicia Bárcena, ministra de Medio Ambiente mexicana y posible contendora, agregó una capa adicional de complejidad a la dinámica regional.
El respaldo de Costa Rica a Rebeca Grynspan, exvicepresidenta y ministra de ese país con amplia experiencia en la ONU, evidencia que América Latina no está unificada en torno a una sola candidatura. Grynspan cuenta con el apoyo de sectores que valoran su perfil económico y su gestión en el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, lo que plantea una competencia interna que podría fragmentar el bloque latinoamericano.
Este escenario ha generado debates en la región sobre la conveniencia de presentar un candidato único versus aceptar una competencia abierta que refleje la pluralidad de voces latinoamericanas. La embajadora Nárvaez señaló que no necesariamente debe haber un solo candidato regional y que la existencia de candidaturas competitivas puede fortalecer la visibilidad de América Latina en la ONU.
La candidatura de Bachelet deberá enfrentar, además, el escrutinio del Consejo de Seguridad de la ONU, donde Estados Unidos, China, Rusia, Francia y Reino Unido tienen poder de veto. La posibilidad de un veto, especialmente de Estados Unidos o China, ha sido tema de especulación, aunque desde la delegación chilena se ha evitado adelantar escenarios negativos, prefiriendo centrarse en las fortalezas y propuestas de la candidata.
“No es el momento para partir señalando que podemos tener una dificultad de veto o no, más bien hay que centrarse en las oportunidades que tenemos”, afirmó Paula Nárvaez. La diplomacia chilena se prepara para desplegar una estrategia que incluya diálogo con todos los miembros del Consejo, así como con los países que integran la Asamblea General.
En Chile, la anunciada candidatura ha generado críticas desde sectores de oposición que reprochan la falta de socialización previa. Sin embargo, desde el equipo de Bachelet se sostiene que esta es una candidatura de Estado que trasciende ciclos políticos y debe ser respaldada por cualquier gobierno futuro para mantener la tradición diplomática del país.
“No hay una coincidencia entre el ciclo político chileno y lo que estamos enfrentando con esta candidatura. Se trata de una candidatura que trasciende las diferencias político-electorales”, señaló la embajadora Nárvaez.
El proceso para elegir al próximo secretario general de la ONU es largo y complejo, con etapas que incluyen la recepción formal de candidaturas, audiencias públicas y negociaciones reservadas. La candidatura de Michelle Bachelet, con su historial y respaldo inicial, representa una oportunidad para que América Latina recupere protagonismo en el liderazgo global, especialmente en un contexto donde los temas de derechos humanos y género están en la agenda central.
Sin embargo, la competencia con Rebeca Grynspan y las posibles objeciones de potencias con derecho a veto son obstáculos que no pueden subestimarse. La diplomacia chilena deberá navegar entre la consolidación de apoyos regionales y la búsqueda de consensos internacionales, en un escenario donde la política global y las tensiones geopolíticas se entrecruzan.
En definitiva, la candidatura de Bachelet es un desafío que pone a prueba no solo su liderazgo personal, sino la capacidad de América Latina para articular una voz común en el tablero mundial. Este proceso invita a la reflexión sobre la naturaleza del multilateralismo contemporáneo y el papel que los países en desarrollo pueden jugar en la gobernanza global.
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Fuentes: La Tercera, El País México, declaraciones oficiales de la embajadora Paula Nárvaez, comunicados de Cancillería chilena, análisis de expertos en relaciones internacionales.
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