
A dos años de la masacre que marcó un antes y un después en la relación entre Israel y Palestina, Hamás anunció su disposición a entregar sus armas a un comité egipcio-palestino, una señal que podría abrir una ventana a la tregua en la Franja de Gaza. Sin embargo, este gesto viene acompañado de un rechazo categórico a la propuesta de delegar la gestión de Gaza a un comité internacional de transición, lo que tensiona aún más el tablero político y humanitario de la región.
Esta declaración, revelada a EFE por una fuente palestina cercana a las negociaciones, no puede entenderse sin el contexto de la conmemoración israelí de los dos años desde el 7 de octubre, día en que una masacre dejó 1.200 muertos y decenas de rehenes aún en cautiverio. Israel reclama la liberación inmediata de los 48 rehenes que se estima siguen vivos, mientras que Hamás mantiene una postura firme en cuanto a la autonomía de su territorio y la gestión local.
“Hamás acepta entregar sus armas, pero rechaza toda gestión internacional que no respete la soberanía palestina en Gaza”, señala la fuente consultada, evidenciando la tensión entre la necesidad de desescalar el conflicto y la desconfianza hacia actores externos.
En Israel, la conmemoración oficial estuvo marcada por discursos de recuerdo y determinación. El líder de la oposición, Yair Lapid, enfatizó en X que “Israel nunca olvidará a sus hijos e hijas secuestrados y a los soldados que luchan por traerlos a casa”. Mientras tanto, el ala ultraortodoxa y los partidos de derecha extrema mantienen una postura intransigente, desconectados durante la festividad de Sucot.
Por otro lado, el exmilitar y líder demócrata Yair Golán visitó el lugar de la tragedia en Reim, recordando que “la herida sigue abierta” y que la recuperación de la tierra y la vida es el camino para Israel.
En la sociedad civil, manifestaciones y vigilias en Tel Aviv exigen al gobierno que no pierda esta oportunidad para rescatar a los rehenes, subrayando que “es el momento de la verdad para el gobierno de Israel”.
Este movimiento de Hamás, aunque significativo, no ha generado un consenso claro sobre el futuro inmediato de Gaza ni sobre las condiciones para una paz duradera. La negativa a una gestión internacional complica la posibilidad de un marco de supervisión neutral, mientras que la entrega de armas puede interpretarse tanto como un gesto de buena voluntad como una estrategia para ganar tiempo o legitimidad.
La comunidad internacional observa con cautela, consciente de que esta crisis ha dejado heridas profundas y que cualquier avance debe considerar las dimensiones políticas, sociales y humanitarias.
Dos años después, el conflicto sigue siendo un escenario de dolor, resistencia y negociaciones tensas, donde cada movimiento es observado con lupa y cada palabra pesa en la balanza de la paz o la guerra.
Fuentes consultadas incluyen reportes de EFE, declaraciones oficiales israelíes y testimonios de actores políticos y sociales involucrados en el conflicto.