
Un escenario cargado de tensión y confrontación marcó el último debate presidencial antes de las elecciones del 16 de noviembre de 2025 en Chile. Jeannette Jara, favorita en las encuestas y representante de una inédita coalición que va desde la Democracia Cristiana hasta el Partido Comunista, se enfrentó a una derecha ultraconservadora dividida, encarnada en José Antonio Kast (Partido Republicano) y Johannes Kaiser (Partido Nacional Libertario).
A diferencia de los debates anteriores, donde la prudencia y la moderación primaron, esta vez las acusaciones y ataques directos pusieron en evidencia las fracturas y la polarización que atraviesan a la política chilena. Kast, desde una posición de liderazgo en la derecha tradicional, no dudó en calificar a Jara como "la ministra del desempleo" y acusar al actual gobierno de populismo y de haber favorecido a "apitutados" y convenios irregulares. Por su parte, Kaiser, representante de una ultraderecha más radical y libertaria, cuestionó la postura del Partido Comunista en materia de seguridad, un tema que domina la agenda ciudadana.
"Es fácil prometer, es fácil decir ‘nosotros vamos a arreglar la vida de todos’, pero lo han gastado todo en 'apitutados', en convenios, en distintas situaciones irregulares permanentes y constantes", espetó Kast, mientras que Kaiser ironizó sobre la capacidad de Jara para enfrentar la crisis de seguridad desde La Moneda.
Jara, sin embargo, mantuvo una postura firme y estratégica. Rechazó la pelea entre candidatos de derecha y se desmarcó del gobierno actual, prometiendo suspender su militancia comunista para representar una coalición más amplia. Su discurso se centró en la necesidad de liderar un país que enfrenta desafíos complejos en seguridad, economía y derechos sociales, sin caer en la polarización extrema.
Este debate no solo fue un choque de propuestas, sino también de estilos y símbolos. Jara destacó su diferencia con el actual presidente Gabriel Boric, enfatizando su disposición a dialogar con actores regionales diversos, como lo evidenció su postura frente al saludo al presidente argentino Javier Milei, en contraste con Boric.
El contexto electoral es inédito: por primera vez desde el retorno a la democracia, dos candidatos de ultraderecha compiten por pasar al balotaje, reflejando un país fragmentado y con un electorado dividido. La obligatoriedad del voto añade una dimensión adicional, obligando a que más de 15,6 millones de chilenos participen en la definición del futuro del país.
En paralelo, el programa de gobierno de Jara ha incorporado medidas que buscan responder a las demandas sociales y económicas que marcan la agenda nacional. Entre las propuestas destacan una tasa portuaria para financiar el desarrollo de ciudades costeras, la limitación del uso de la Unidad de Fomento (UF) en contratos de salud, educación y arriendo, y un ambicioso "hipotecazo" para jóvenes que facilite el acceso a la vivienda.
Estas medidas, aunque bien recibidas por sectores progresistas y urbanos, han generado críticas desde la derecha, que las califican de intervencionistas y riesgosas para la estabilidad económica. Desde la centroizquierda, también hay voces que advierten sobre la necesidad de equilibrar la ambición social con la responsabilidad fiscal.
El debate sobre la inclusión del empleo en el mandato del Banco Central, propuesta por Jara, añade un matiz técnico y político que refleja las tensiones entre crecimiento económico, inflación y bienestar social.
"Vemos un espacio del orden de US$ 2 mil millones en reasignaciones y medidas que apuntan a una mayor equidad y crecimiento", explicó Nicolás Bohme, integrante del equipo económico de Jara, mientras que Laura Albornoz defendió el control sobre la UF como una medida necesaria para proteger a las familias.
Verdades y consecuencias visibles
Este episodio electoral desnuda las profundas divisiones que atraviesan a Chile en 2025. La confrontación directa en el debate refleja no solo diferencias políticas, sino también sociales y culturales que han madurado en los últimos años. La fragmentación de la derecha y la necesidad de una coalición amplia en la izquierda evidencian que ningún sector tiene hegemonía clara.
La propuesta de Jara de un ingreso vital y reformas estructurales apunta a un modelo de desarrollo más inclusivo, pero enfrenta el desafío de convencer a un electorado escéptico y a un aparato económico que demanda certezas.
Por su parte, la ultraderecha capitaliza el malestar en temas de seguridad y economía, al tiempo que exhibe internas que podrían debilitar su proyección electoral.
En suma, el escenario que se abre tras este debate es un reflejo del Chile contemporáneo: un país en tensión, con un electorado dividido y un futuro político incierto, donde las narrativas y las propuestas deberán madurar en el crisol del voto obligatorio y una sociedad que reclama soluciones profundas y duraderas.
2025-11-05