
En una escena que difícilmente podría pasar inadvertida, un grupo de extremistas de derecha israelíes se arrodilló de espaldas frente a los camiones cargados de ayuda humanitaria destinados a la Franja de Gaza, bloqueando el paso en el cruce de Kerem Shalom. Este hecho ocurrió el 24 de octubre de 2025, apenas semanas después de que Israel y Hamas firmaran un acuerdo de alto el fuego que prometía aliviar la dramática situación humanitaria en el enclave palestino.
Este acto, que terminó con al menos dos detenidos, no solo interrumpió la llegada de ayuda vital a una población ya golpeada por meses de bombardeos y bloqueos, sino que también expuso una fractura profunda dentro de la sociedad israelí y la compleja dinámica política que atraviesa la región.
Desde la perspectiva de los extremistas, que portaban banderas israelíes y entonaban cánticos patrióticos, la ayuda destinada a Gaza es vista con desconfianza y rechazo. Alegan, sin pruebas concluyentes, que el material humanitario termina en manos de Hamas, el movimiento islamista considerado terrorista por Israel y buena parte de la comunidad internacional. “No podemos permitir que recursos que podrían fortalecer a nuestros enemigos entren sin control”, declararon voceros de estos grupos en redes sociales.
Sin embargo, esta postura contrasta con la visión oficial del gobierno israelí y actores internacionales que han abogado por mantener el flujo de ayuda para evitar una crisis humanitaria aún mayor. El bloqueo humanitario, por tanto, no es solo un acto de protesta, sino un síntoma de la tensión entre el deseo de seguridad nacional y las obligaciones internacionales de protección civil.
En Gaza, donde más de 100 personas murieron en bombardeos recientes (6 de octubre de 2025) y la ONU advierte sobre una situación crítica de hambre y desplazamiento, el bloqueo ha sido recibido con alarma y desesperación. Las autoridades gazatíes califican la acción como un obstáculo grave para la reconstrucción y la supervivencia de la población civil.
La comunidad internacional, incluida la ONU y diversas ONG, ha condenado el bloqueo y llamado a Israel a garantizar el paso seguro de la ayuda. No obstante, las voces dentro de Israel son diversas y tensas. Mientras algunos sectores políticos y sociales defienden la necesidad de controlar estrictamente cualquier ingreso a Gaza, otros advierten sobre el riesgo de que estas acciones erosionen la legitimidad del alto el fuego y perpetúen el ciclo de violencia.
Este episodio revela que, lejos de ser un acuerdo cerrado, el alto el fuego es un campo de batalla en sí mismo, donde se confrontan intereses, temores y narrativas contrapuestas. La acción de los extremistas no solo detuvo camiones, sino que puso en jaque la frágil estabilidad lograda y abrió una ventana para repensar las estrategias de paz y seguridad en la región.
En definitiva, la verdad que emerge es compleja: el acuerdo de alto el fuego no ha logrado un consenso social ni político pleno en Israel, y las consecuencias de este rechazo se traducen en bloqueos que afectan directamente a la población civil más vulnerable en Gaza. La catarsis de esta tragedia ajena, vista desde la distancia, invita a cuestionar hasta qué punto la seguridad puede ser un pretexto para perpetuar la exclusión y el sufrimiento.
Fuentes consultadas para este análisis incluyen reportes periodísticos de Cooperativa.cl, declaraciones de la organización Honenu, y balances oficiales de las autoridades en Gaza y organismos internacionales.
2025-10-17