
Un escenario que trasciende el tiempo y el espacio
Entre el 27 y 30 de noviembre de 2025, Valparaíso se convirtió en el epicentro de la música chilena con la celebración de la XXI versión del Festival Nacional Rockódromo. Más que un simple evento, esta edición fue la culminación de un proceso que, durante meses, desplegó una red de festivales regionales que recorrieron desde Arica hasta Magallanes, buscando representar la pluralidad sonora del país.
La Plaza Sotomayor, el Barrio Puerto, el Teatro Municipal y otros espacios culturales de la ciudad puerto acogieron una programación que conjugó a artistas consagrados con nuevas promesas, evidenciando la vitalidad y riqueza del panorama musical nacional.
Voces en pugna: tradiciones y renovaciones
En el centro de este coliseo musical se enfrentaron dos fuerzas naturales: por un lado, las leyendas como Illapu y Quilapayún, guardianes de un legado que traspasa más de cinco décadas, símbolo de resistencia cultural y compromiso social. Por otro, jóvenes agrupaciones y solistas como Princesa Alba, Soulfía y Kuervos del Sur, que reinterpretan y amplían las fronteras del pop, el rock y el metal, con una mirada contemporánea y global.
“Rockódromo es un espacio donde convergen historias y sonidos que parecen opuestos, pero que juntos construyen la identidad musical chilena”, afirma Catalina Salazar, académica en estudios culturales de la Universidad de Valparaíso.
Esta convivencia no estuvo exenta de tensiones. Algunos sectores críticos señalaron que la inclusión de géneros más comerciales podría diluir el espíritu original del festival, mientras que otros celebraron la apertura y la democratización del espacio.
La fuerza de la Red Rockódromo: un puente entre regiones y el mundo
Un elemento clave de esta edición fue la consolidación de la Red Rockódromo, un entramado de 16 festivales regionales que seleccionaron a bandas locales para que llegaran a Valparaíso. Desde NayaSoul de Antofagasta hasta Gaspar Luna de Magallanes, pasando por representantes de Ñuble, Maule, Los Lagos y Rapa Nui, el festival exhibió una geografía sonora que desafía la centralización cultural tradicional.
Además, Rockódromo Industria, la programación paralela con paneles y encuentros, reunió a programadores internacionales y directores de festivales latinoamericanos. Esta interacción ha impulsado la internacionalización de artistas chilenos: ejemplos recientes incluyen la participación de Samsara en Colombia y Animales Exóticos Desamparados en Colombia, así como Dodo en México.
“Este festival se ha convertido en una plataforma que no solo exhibe talento, sino que conecta a Chile con la escena musical global”, comenta Mario Fuentes, gestor cultural y productor musical.
Verdades y consecuencias visibles
La edición 2025 de Rockódromo confirma que la música chilena es un territorio en expansión, donde la diversidad no solo es valorada sino que es el motor de su vitalidad. La coexistencia de generaciones y estilos, lejos de ser un choque, se ha transformado en un diálogo fecundo, aunque no exento de fricciones legítimas.
Sin embargo, la verdadera revolución está en la descentralización cultural: la Red Rockódromo ha demostrado que el talento no reside exclusivamente en Santiago o Valparaíso, sino que brota en cada rincón del país, y que su visibilización fortalece la identidad nacional y abre puertas internacionales.
En definitiva, este festival es más que música: es un microcosmos donde se juegan las tensiones y esperanzas de una nación que busca definirse a través de sus voces y ritmos, en un escenario abierto y plural.
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Fuentes consultadas:
- Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio (programa Escuelas de Rock y Música Popular).
- Entrevistas y reportajes de Cooperativa.cl en sus series Rockódromo FM, septiembre-noviembre 2025.
- Análisis académicos y testimonios de gestores culturales y músicos participantes.