El 21 de octubre de 2025, tras un proceso marcado por tensiones políticas y una inesperada reconfiguración de alianzas, Sanae Takaichi fue investida como la primera mujer primera ministra en la historia de Japón. Su elección, que rompió un techo de cristal largamente resistido en un país con una de las brechas de género más amplias del mundo desarrollado, se inscribe en un contexto de profunda fragilidad política y socioeconómica.
Takaichi, de 64 años, emergió como líder del Partido Liberal Democrático (PLD), la formación que ha dominado la política japonesa desde 1955. Sin embargo, su llegada al poder no fue sencilla: la histórica ruptura del PLD con su socio tradicional Komeito, tras 26 años de alianza, dejó al gobierno en minoría, obligándola a sellar una coalición de última hora con el Partido de la Innovación (Ishin), de corte derechista y con fuerte base regional en Osaka, para asegurar su investidura parlamentaria.
Este nuevo bloque, si bien estableció un respaldo suficiente para su nombramiento, anticipa un gobierno con desafíos para la gobernabilidad y negociaciones complejas en un Parlamento fragmentado.
Admiradora confesa de Margaret Thatcher, Takaichi ha cultivado una imagen de líder dura y conservadora, con un discurso nacionalista y tradicionalista. Su trayectoria política, que incluye cargos ministeriales en Seguridad Económica, Interior y Comercio, y su pasado como presentadora televisiva y baterista de heavy metal, la convierten en una figura singular y controvertida.
Sus posturas incluyen la oposición al matrimonio igualitario, el rechazo a que las parejas casadas mantengan apellidos separados y una defensa férrea de la tradición patriarcal japonesa. Además, es una visitante habitual del santuario Yasukuni, lugar que genera tensiones diplomáticas por su vinculación con el militarismo imperial japonés.
Esta combinación de conservadurismo social y nacionalismo ha generado tanto expectativas como inquietudes: mientras algunos sectores celebran su ascenso como un avance simbólico para la representación femenina, otros advierten que sus políticas pueden frenar el progreso en derechos de género y minorías.
El contexto en el que Takaichi asume el poder es crítico. Japón enfrenta una inflación creciente, un envejecimiento poblacional sin precedentes y una economía que ha sufrido décadas de estancamiento. Además, la pérdida de mayorías parlamentarias refleja un desencanto ciudadano con el PLD, exacerbado por el auge de partidos populistas y de extrema derecha como Sanseito.
La nueva primera ministra ha prometido estímulos económicos, recortes tributarios y un aumento en el gasto en defensa, incluyendo la posible reapertura de plantas nucleares suspendidas tras Fukushima. Sin embargo, tendrá que lidiar con un gabinete y un Parlamento divididos, donde la negociación será clave.
- Desde el ala dura del PLD y sus aliados, se celebra la llegada de Takaichi como una oportunidad para fortalecer la soberanía nacional y revitalizar la economía mediante reformas estructurales y mayor gasto público.
- Por otro lado, sectores liberales y feministas critican su postura conservadora, temiendo un retroceso en derechos sociales y en la igualdad de género, especialmente por su oposición a reformas en leyes de sucesión imperial y de matrimonio.
- En la región Asia-Pacífico, la política revisionista de Takaichi sobre el pasado bélico de Japón y su nacionalismo despiertan preocupación en China y Corea del Sur, complicando la ya delicada diplomacia regional.
La elección de Sanae Takaichi representa un punto de inflexión histórico para Japón, al romper la barrera de género en el liderazgo político, pero simultáneamente reafirma la vigencia de un conservadurismo profundo que condicionará su gestión.
Su gobierno se enfrenta al reto de gobernar en minoría, con una coalición frágil y un país que demanda respuestas urgentes a problemas económicos, demográficos y sociales. Su éxito o fracaso marcará no solo el curso político de Japón, sino también la percepción global sobre la capacidad de una mujer para liderar en un entorno tradicional y complejo.
En definitiva, Takaichi encarna la tensión entre el cambio simbólico y la continuidad ideológica, invitando a una reflexión crítica sobre qué significa realmente avanzar en igualdad en sociedades con arraigadas estructuras conservadoras.
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Fuentes: BBC Mundo, El País, La Tercera, Cooperativa, Financial Times, análisis de expertos en política japonesa y reportes del Foro Económico Mundial.