
Santiago vivió en noviembre de 2025 una de sus olas de calor más intensas y prolongadas en décadas, con temperaturas que alcanzaron y superaron los 34°C en varios sectores de la capital, un fenómeno inusual para esta época del año. Esta ola de calor, que comenzó con un anticiclón subtropical a inicios de octubre y se extendió hasta mediados de noviembre, dejó al descubierto no solo la fragilidad climática de la ciudad, sino también profundas desigualdades sociales y políticas en la forma en que la sociedad y el Estado enfrentaron la emergencia.
El episodio comenzó a gestarse a comienzos de octubre, cuando un anticiclón subtropical impulsó temperaturas superiores a los 30°C en la Región Metropolitana, según reportó el meteorólogo Alejandro Sepúlveda. La estabilidad atmosférica prolongó este calor, que se intensificó hacia mediados de noviembre, con días que alcanzaron máximas históricas para la estación, llegando a 34°C el lunes 18 de noviembre, un récord para noviembre en Santiago.
En paralelo, un sistema frontal que normalmente traería alivio con lluvias no logró contrarrestar esta masa de aire caliente, dejando a la ciudad y sus habitantes enfrentando jornadas sofocantes.
Desde el sector político, las reacciones fueron diversas y reflejaron una tensión creciente. Algunos sectores oficialistas defendieron la respuesta estatal, destacando la emisión anticipada de alertas y la coordinación con servicios de salud para atender a grupos vulnerables. Sin embargo, desde la oposición y movimientos sociales, se criticó la falta de infraestructura adecuada para mitigar el impacto, especialmente en barrios populares y zonas periféricas, donde la falta de áreas verdes y acceso a agua potable agravó la situación.
"Este episodio no es una sorpresa, sino la consecuencia directa de años de inacción frente al cambio climático y la desigualdad estructural que afecta a nuestra ciudad", afirmó una representante de una organización ambientalista local.
Expertos en climatología consultados por diversos medios coincidieron en que este evento es un claro síntoma del calentamiento global y la necesidad urgente de adaptar las ciudades chilenas a estos nuevos escenarios climáticos. La profesora de la Universidad de Chile, María González, señaló que "las olas de calor serán cada vez más frecuentes y extremas, y Santiago no está preparada para ello", en especial considerando la vulnerabilidad social.
Las altas temperaturas afectaron la salud pública, con un aumento significativo de consultas por golpes de calor y deshidratación, especialmente en adultos mayores y niños. La demanda energética también se disparó, provocando cortes de suministro que afectaron a sectores con menor capacidad de resiliencia.
Además, el calor exacerbó problemas sociales preexistentes: barrios con menor acceso a servicios básicos sufrieron más, y la sensación de abandono estatal se profundizó. En contraste, sectores acomodados pudieron mitigar el impacto con aire acondicionado y espacios recreativos adaptados.
Este episodio de calor extremo en Santiago no solo expone la realidad climática que enfrenta la ciudad, sino que también desnuda las desigualdades sociales que condicionan la experiencia del cambio climático. La tensión entre discursos oficiales y críticas ciudadanas refleja una disputa por la interpretación y respuesta a la crisis ambiental.
En definitiva, la ola de calor de noviembre de 2025 sirve como un espejo de las fragilidades urbanas y sociales de Santiago, y plantea un desafío urgente: ¿cómo construir una ciudad resiliente, inclusiva y preparada para el futuro que el cambio climático impone? La respuesta, por ahora, sigue siendo un campo de batalla político, social y científico, donde la voz de los más afectados reclama protagonismo.
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Fuentes consultadas incluyen reportes de la Dirección Meteorológica de Chile, análisis de expertos climatológicos, declaraciones políticas y testimonios ciudadanos recogidos por medios nacionales como La Tercera, InformadorChile y plataformas especializadas como Meteored.
2025-10-02