Dos años han transcurrido desde que el 7 de octubre de 2023 Hamas lanzó un ataque terrorista en el sur de Israel, marcando el inicio de un conflicto que ha dejado una huella imborrable en Gaza y la región. Hasta el 4 de octubre de 2025, las autoridades de Gaza reportan 67.074 muertos y más de 169.430 heridos, cifras respaldadas en términos generales por Naciones Unidas y organismos internacionales. Sin embargo, estas cifras podrían ser aún mayores, según estudios independientes que elevan el número de víctimas fatales a más de 75 mil, reflejando la complejidad y la escala de la tragedia.
El drama de los rehenes ha sido uno de los capítulos más desgarradores de esta guerra. De los 251 israelíes capturados por Hamas, sólo 148 han sido liberados con vida, mientras que decenas de cuerpos han sido devueltos a sus familias y cerca de 47 permanecen en manos de Hamas, con sólo 20 considerados vivos. Este escenario ha tensado aún más las relaciones y ha alimentado la desconfianza mutua, complicando cualquier avance hacia la paz.
Desde la mirada israelí, la ofensiva ha sido una respuesta necesaria a un ataque que costó la vida a 1.139 ciudadanos y dejó un país en estado de alerta máxima. “Nuestra prioridad es proteger a nuestra gente y garantizar que no se repitan actos terroristas de esta magnitud”, declara un alto funcionario israelí, reflejando la postura oficial del gobierno y sectores conservadores del país.
Por otro lado, desde Gaza y sectores internacionales, la ofensiva es vista como una catástrofe humanitaria de proporciones inéditas. Organismos como la ONU han denunciado la operación como un posible genocidio, mientras que voces palestinas y activistas internacionales exigen un alto al fuego inmediato y denuncian la destrucción masiva y el sufrimiento de la población civil. “No se trata sólo de números, sino de vidas, familias y un pueblo que clama por justicia y dignidad”, expresa un representante de organizaciones de derechos humanos.
El pasado viernes, Hamas aceptó parcialmente un plan de paz propuesto por el expresidente estadounidense Donald Trump, que contempla un alto al fuego inmediato, la liberación de rehenes en 72 horas y la excarcelación de cientos de palestinos detenidos por Israel. Esta aceptación, aunque parcial, abre una ventana de esperanza en medio del conflicto, pero también genera dudas sobre su implementación y el compromiso real de las partes.
Sectores políticos y analistas en Israel y Palestina mantienen posturas encontradas. Mientras algunos ven en el acuerdo una oportunidad para la reconstrucción y la reconciliación, otros lo califican como insuficiente o incluso como una maniobra para ganar tiempo. La comunidad internacional, por su parte, observa con cautela, consciente de que los acuerdos anteriores han fracasado o han sido efímeros.
Este conflicto ha puesto en evidencia no sólo la fragilidad de la paz en Medio Oriente, sino también la complejidad de un enfrentamiento donde se cruzan cuestiones de seguridad, derechos humanos y geopolítica. La cifra de víctimas, la crisis humanitaria y el drama de los rehenes son hechos incontrovertibles que marcan un antes y un después en la región.
La polarización de narrativas, la dificultad de alcanzar consensos y la persistencia del sufrimiento civil invitan a una reflexión profunda sobre los caminos para evitar que tragedias como esta se repitan. La historia reciente de Gaza es un recordatorio doloroso de que las soluciones inmediatas y unilaterales raramente conducen a la paz duradera.
En definitiva, este conflicto es una tragedia humana que desafía a la comunidad internacional y a los protagonistas locales a trascender la lógica del enfrentamiento y buscar, con realismo y compromiso, alternativas que prioricen la vida y la dignidad de todos los involucrados.
2025-10-17