Silvio Rodríguez en Chile: la reconciliación tardía y la música que une y divide

Silvio Rodríguez en Chile: la reconciliación tardía y la música que une y divide
Actualidad
Cultura
2025-11-14
Fuentes
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- Reencuentro simbólico tras décadas de distanciamiento entre dos leyendas de la trova cubana.

- Conciertos multitudinarios en Santiago que convocaron a generaciones y voces diversas.

- Política y cultura entrelazadas en un escenario donde la amistad, la crítica y la historia se cruzan.

Silvio Rodríguez volvió a Chile en septiembre de 2025, no solo para ofrecer cuatro conciertos en el Movistar Arena de Santiago, sino para cerrar un ciclo que había quedado abierto desde la muerte de Pablo Milanés en 2022. El cantautor cubano dedicó un segmento especial en sus shows a Milanés, interpretando "Yolanda", una canción emblemática que simboliza su vínculo artístico y personal. Este gesto, lejos de ser solo un tributo musical, fue la expresión visible de una reconciliación que, aunque tardía, permitió a Rodríguez y a su público chileno enfrentar las complejidades de una relación marcada tanto por la amistad como por las diferencias políticas.

La historia entre ambos músicos es un relato de afinidades y desencuentros que refleja la tensión inherente entre arte y política en la Cuba contemporánea. Desde los años 60, Rodríguez y Milanés fueron pilares fundamentales de la Nueva Trova Cubana, influyendo en generaciones de trovadores e intelectuales latinoamericanos. Sin embargo, con el tiempo, sus posturas sobre el régimen cubano se distanciaron: Milanés adoptó una crítica abierta al castrismo, mientras que Rodríguez mantuvo una defensa más cautelosa, aunque no exenta de matices.

Este distanciamiento se suavizó en 2021, cuando ambos apoyaron las protestas que sacudieron la isla. “Es irresponsable y absurdo culpar y reprimir a un pueblo que se ha sacrificado”, afirmó Milanés en redes sociales, mientras que Rodríguez llamó a impulsar diálogos y a resolver pendientes políticos y económicos con menos prejuicios.

En Chile, la llegada de Silvio Rodríguez fue recibida con una mezcla de fervor cultural y debates políticos. Sus conciertos contaron con la apertura de destacados artistas nacionales como Manuel García, Illapu, Patricio Anabalón y Nano Stern, evidenciando la influencia de la trova cubana en la escena local. La presencia de figuras políticas, como la expresidenta Michelle Bachelet y el presidente Gabriel Boric, quienes se reunieron con Rodríguez en La Moneda, añadió una dimensión institucional a la visita, subrayando la importancia simbólica del encuentro.

Pero no todos los ecos fueron unánimes. La candidatura de Bachelet a la Secretaría General de la ONU durante este periodo polarizó la opinión pública chilena, y la relación de Rodríguez con el oficialismo generó críticas desde sectores opositores, que cuestionaron la convergencia entre cultura y política.

Este reencuentro en Chile pone en escena la inevitable tensión entre la música como acto artístico y como instrumento político. Mientras para unos Rodríguez representa la continuidad de un legado comprometido con la justicia social y la identidad latinoamericana, para otros su figura está teñida por las complejidades de su vínculo con el régimen cubano.

En definitiva, el paso de Silvio Rodríguez por Chile en 2025 no solo fue un evento musical, sino un coliseo donde convergieron amistades, discrepancias, historia y memoria. El público chileno fue testigo de una catarsis colectiva, donde la música se convirtió en el lenguaje que permitió enfrentar las heridas del pasado y proyectar un diálogo posible entre las verdades encontradas.

Verdades y consecuencias: La visita y la gira de Rodríguez revelan que la cultura no puede desvincularse de la política, especialmente en contextos donde la historia reciente está marcada por dictaduras, exilios y luchas por la democracia. La música de Silvio Rodríguez, con su riqueza poética y su carga política, sigue siendo un espejo en el que se reflejan las esperanzas y contradicciones de América Latina. En Chile, ese espejo mostró una imagen compleja, donde la reconciliación entre artistas, la presencia política y la recepción ciudadana configuran un escenario plural y en movimiento. La lección es clara: la cultura puede ser puente y grieta al mismo tiempo, y entenderla en toda su complejidad es indispensable para una ciudadanía crítica y reflexiva.