
Jane Goodall falleció el 1 de octubre de 2025 a los 91 años en California, dejando tras de sí una huella imborrable en la ciencia, la conservación y la conciencia ambiental global. Su muerte fue confirmada por el Instituto Jane Goodall, fundado por ella en 1977, y se produjo por causas naturales mientras cumplía con una gira de conferencias en Estados Unidos.
Desde su llegada a Gombe (Tanzania) en 1960, Goodall desafió la ortodoxia científica al observar a los chimpancés no como meros sujetos de estudio, sino como individuos con personalidades, emociones y culturas propias. Fue la primera en documentar que los chimpancés fabrican y usan herramientas, un hallazgo que obligó a replantear la supuesta singularidad humana. Este descubrimiento, recibido inicialmente con escepticismo y resistencia, fue sintetizado en la célebre frase de su mentor Louis Leakey: "Ahora debemos redefinir 'herramienta', redefinir 'hombre' o aceptar a los chimpancés como humanos".
Pero su legado no se limita a la ciencia. Con el tiempo, Goodall se transformó en una activista global que alertó sobre la crisis ecológica y la pérdida de biodiversidad. Fundó el programa Roots & Shoots, que hoy moviliza a jóvenes en más de 70 países para actuar en favor del planeta. En Chile, su visita en 2024 inspiró a cientos de niños y adolescentes, consolidando su influencia en la educación ambiental.
Sin embargo, la figura de Goodall también revela tensiones y contradicciones que reflejan el debate más amplio sobre la relación entre humanos y animales. Su enfoque empático y su rechazo a la objetividad fría despertaron críticas en círculos académicos, que la acusaban de antropomorfismo. Por otro lado, su descripción de la crueldad y la violencia entre chimpancés, incluyendo guerras, infanticidios y agresiones, desafiaron la idealización romántica de la naturaleza.
Francisca Cortés Solari, presidenta de Filantropía Cortés Solari, señaló que "Jane Goodall no solo fue pionera en la defensa de los chimpancés, sino un faro de esperanza y valentía para quienes creen que la vida merece ser protegida". Por su parte, Ismaela Magliotto, cofundadora de Uno Punto Cinco, destacó que "su legado y pasión demuestran cómo movilizar y sensibilizar con amor por la naturaleza, formando nuevos liderazgos para la acción climática".
Desde el Instituto Jane Goodall se recordó que "sus descubrimientos revolucionaron la ciencia y transformaron para siempre nuestra comprensión del mundo animal".
El impacto de Goodall trasciende la biología y la conservación: invita a un ejercicio de humildad y autoconocimiento. Su trabajo mostró que la línea que separa a los humanos del resto de los animales es más difusa de lo que se creía, y que la convivencia con otras especies exige respeto, empatía y responsabilidad.
Pero también expuso la ambivalencia de la naturaleza, donde la ternura coexiste con la violencia, y la cultura con la brutalidad. Entre 1974 y 1978, Goodall documentó una guerra sangrienta entre dos grupos de chimpancés en Gombe, un fenómeno que obligó a repensar las raíces de la agresión y la territorialidad.
En su vida personal, Goodall enfrentó desafíos y tragedias, desde la pérdida de su matrimonio con el fotógrafo Hugo van Lawick hasta la crianza de su hijo en plena selva africana. Su capacidad para combinar rigor científico con profunda empatía la convirtió en una comunicadora excepcional, capaz de llevar la ciencia al gran público a través de libros, documentales y charlas.
En sus últimos años, aunque cada vez más preocupada por la crisis ambiental, mantuvo un mensaje de esperanza activa: la transformación es posible si se actúa con determinación y conciencia. En 2022, aconsejaba canalizar la rabia hacia el cambio y reconocía la importancia de voces como la de Greta Thunberg, aunque con estilos distintos.
Conclusiones:
La figura de Jane Goodall es un espejo donde la humanidad puede verse reflejada en su grandeza y fragilidad. Su vida y obra desafiaron la idea de una naturaleza estática y separada, mostrando un mundo vivo, complejo y en crisis, pero también lleno de posibilidades para la reconciliación y la acción ética.
Su legado científico, social y ético perdura en las nuevas generaciones, en las comunidades científicas, en las organizaciones ambientalistas y en cada persona que decide mirar con respeto y cuidado al resto de los seres que habitan este planeta. En un tiempo marcado por la urgencia climática y ecológica, la voz de Goodall sigue siendo un llamado a la responsabilidad colectiva y a la esperanza comprometida.