
El pasado 9 de noviembre de 2025, en el cierre de campaña del candidato Johannes Kaiser, del Partido Nacional Libertario, se vivió un momento que rápidamente trascendió el ámbito electoral para instalar un debate nacional sobre memoria, símbolos y límites en la política chilena. En los parlantes del evento sonó la tercera estrofa del Himno Nacional, un fragmento que fue excluido oficialmente de ceremonias públicas desde 1990, tras la transición a la democracia, por su vinculación directa con la dictadura militar.
La estrofa en cuestión, que incluye versos como "Vuestros nombres, valientes soldados, que habéis sido de Chile el sostén", era tradicionalmente entonada en actos militares durante el régimen de Augusto Pinochet, y su reaparición en un acto político generó un fuerte rechazo transversal.
Desde el oficialismo, figuras como el diputado Jaime Sáez (Frente Amplio) calificaron el hecho como una "muestra clara de fascismo y autoritarismo", señalando que esta acción no solo reivindica un pasado autoritario sino que también representa un "atentado a la seguridad del país". Por su parte, Daniel Núñez, senador del Partido Comunista, advirtió que esta entonación "legitima el negacionismo y abre la puerta para que las violaciones a los derechos humanos vuelvan a ser política de Estado".
Desde la oposición, el diputado Frank Sauerbaum (Renovación Nacional) expresó que este tipo de actos buscan "polarizar a la ciudadanía" y que el país necesita un reencuentro que supere las divisiones históricas. En una línea similar, Sara Concha, presidenta del Partido Social Cristiano, rechazó la entonación pero también condenó las expresiones contra Carabineros en actos de campaña de la oposición, llamando a mirar hacia el futuro y dejar atrás las disputas del pasado.
Andrés Jouannet, presidente de Amarillos por Chile, fue categórico al afirmar que Kaiser representa a un sector pinochetista y autoritario que reivindica una dictadura que violó sistemáticamente los derechos humanos y que, además, no logró los supuestos avances económicos que se le atribuyen.
Curiosamente, desde el Partido Republicano prefirieron no pronunciarse, dejando un silencio que algunos interpretan como un gesto calculado en un escenario electoral cada vez más fragmentado.
Este episodio no es un caso aislado, sino parte de una tendencia donde símbolos y relatos históricos se convierten en armas políticas que tensionan la convivencia democrática. La entonación de la tercera estrofa del himno en un acto público, más allá de su significado literal, actúa como un catalizador que reabre heridas aún no cerradas en la sociedad chilena.
Las consecuencias visibles de este hecho son múltiples: por un lado, un aumento en la polarización política y social; por otro, un llamado urgente a reflexionar sobre los límites del discurso público y el respeto a la memoria colectiva. También pone en evidencia la persistencia de discursos autoritarios que, aunque minoritarios, encuentran espacios para expresarse en campañas electorales.
En conclusión, el cierre de campaña de Kaiser y la polémica entonación del himno nacional revelan una sociedad que aún debate su pasado y sus símbolos, enfrentando las tensiones entre memoria, identidad y democracia. La reacción unánime de rechazo no borra el hecho, sino que subraya la necesidad de un diálogo profundo y plural sobre cómo Chile quiere construir su futuro, aprendiendo de su historia sin repetir sus errores.