
El crimen de Ronald Ojeda, exteniente venezolano y disidente del régimen de Nicolás Maduro, ha trascendido el ámbito policial para convertirse en un complejo caso de justicia internacional, política y derechos humanos, cuya trama se ha ido desenredando con el paso de los meses y la cooperación entre países.
En febrero de 2024, Ojeda fue secuestrado y asesinado en Santiago, en un operativo que simuló una acción policial, ejecutado por miembros de la organización criminal Tren de Aragua. Desde entonces, la investigación ha revelado que este homicidio no fue un acto aislado ni común dentro del crimen organizado, sino que posee una dimensión política que involucra a altos mandos del gobierno venezolano.
La Fiscalía chilena, encabezada por el fiscal regional Metropolitano Sur H e9ctor Barros, ha sostenido con firmeza que este crimen fue un encargo político, apuntando directamente a Diosdado Cabello, vicepresidente sectorial venezolano, como presunto autor intelectual. 'Nosotros seguimos sosteniendo la tesis de que es un hecho político', afirmó Barros en reiteradas ocasiones, enfatizando que la motivación del crimen trasciende el ámbito criminal y se inserta en un contexto de persecución política.
La investigación ha permitido la detención y extradición de varios miembros del Tren de Aragua desde Estados Unidos y Colombia, entre ellos Edgar Benítez Rubio, alias “El Fresa”, quien fue formalizado por secuestro con homicidio y asociación ilícita. El arribo a Chile de estos imputados ha sido posible gracias a un trabajo coordinado entre la Fiscalía, el Ministerio de Relaciones Exteriores, Interpol, y las autoridades judiciales y policiales de Estados Unidos y Colombia.
La acusación chilena ha sido rechazada con vehemencia por las autoridades venezolanas. Tarek William Saab, Fiscal General de Venezuela, negó cualquier vinculación del régimen de Maduro con el crimen de Ojeda, calificando las imputaciones como infundadas y parte de una campaña política contra su gobierno. 'No solo niego la participación del ministro Cabello, de cualquier autoridad venezolana', declaró Saab, cuestionando la validez de las pruebas presentadas y acusando al Presidente Boric de representar 'la continuidad del pinochetismo'.
Por su parte, el Presidente Gabriel Boric, en una gira internacional, señaló que 'las dictaduras y los líderes autoritarios cruzan fronteras para imponer el miedo', apuntando directamente al régimen venezolano como responsable del asesinato de Ojeda, en un discurso que también denunció la existencia de una 'internacional de la derecha' que fomenta intolerancia y odio.
Desde el Ejecutivo, los ministros de Justicia y Seguridad Pública han respaldado la investigación fiscal y han declarado que se debe perseguir a todos los responsables, sin importar su ubicación geográfica. Luis Cordero, ministro de Seguridad, destacó que el crimen tiene 'ciertas particularidades que no tienen otros crímenes cometidos en Chile' y que la estructura y logística empleadas evidencian una operación compleja y planificada.
Actualmente, suman más de una veintena los detenidos vinculados a la organización criminal en Chile, mientras que la Justicia avanza en solicitudes de extradición para otros implicados que se encuentran en el extranjero, incluyendo a Luis Alfredo Carrillo Ortiz, alias "Gocho", detenido en Colombia y requerido por Chile.
Este caso ha puesto en evidencia la intersección entre crimen organizado, política internacional y derechos humanos, mostrando que la justicia nacional debe operar en un contexto globalizado y confrontar obstáculos diplomáticos y legales complejos.
Las verdades que emergen son claras: el homicidio de Ronald Ojeda no fue un acto aislado, sino un crimen con motivaciones políticas profundas, que involucra actores estatales y criminales transnacionales. La cooperación internacional ha sido vital para avanzar en la persecución de los responsables materiales, pero la extradición y juzgamiento de los autores intelectuales enfrenta barreras legales y políticas, especialmente en Venezuela.
Para la sociedad chilena y la comunidad internacional, este caso representa un desafío para la defensa del Estado de Derecho y la protección de los derechos humanos, recordando que la impunidad no puede tener fronteras y que la justicia debe operar con rigor, transparencia y respeto a las garantías procesales.
En definitiva, la historia del asesinato de Ronald Ojeda es una tragedia que se juega en múltiples escenarios: el callejón oscuro del crimen, las oficinas judiciales, los despachos diplomáticos y la arena política. El coliseo está abierto, y los actores principales están en pugna, mientras el público observa y espera que la justicia, con todas sus complejidades, finalmente se imponga.
---
Fuentes: Cooperativa.cl, La Tercera, BioBioChile, Radio Bío Bío, 24 Horas, declaraciones oficiales del Ministerio de Justicia y Seguridad Pública, entrevistas con fiscales y autoridades internacionales.