
Una estampida silenciosa pero persistente ha marcado el último año en el conglomerado empresarial de Elon Musk, donde Tesla y su startup de inteligencia artificial xAI enfrentan una crisis interna que trasciende las cifras y alcanza el tejido cultural de sus equipos de trabajo.
Desde septiembre de 2024 hasta la fecha, múltiples ejecutivos clave han renunciado o sido despedidos, incluyendo directores financieros, jefes de ingeniería y líderes de proyectos emblemáticos como el robot humanoide Optimus. Este fenómeno no es un mero ajuste organizacional sino la expresión de un choque de fuerzas que enfrenta al estilo de liderazgo implacable de Musk con las demandas de un entorno laboral cada vez más consciente del equilibrio personal y la diversidad ideológica.
En el centro del conflicto está la cultura de trabajo que Musk impulsa: jornadas de 120 horas semanales, presión constante y un ritmo que algunos describen como «estilo campaña 24/7». “Lo único constante en el mundo de Elon es lo rápido que quema a sus lugartenientes”, señala un exasesor, mientras que otro ejecutivo agrega que “no todo el mundo está hecho para eso”. Esta dinámica ha provocado no solo renuncias por agotamiento, sino también desencanto ante los frecuentes giros estratégicos y despidos masivos.
El abandono del proyecto de un auto eléctrico accesible para mercados emergentes —el llamado Model 2 o NV-91— simboliza un cambio de rumbo que molestó a quienes veían en esa apuesta una misión ambiental y social clave. La desviación de recursos hacia robótica e inteligencia artificial, sectores de alta complejidad y riesgo, ha tensionado aún más a los equipos.
A la presión laboral se suma la fractura ideológica. El apoyo público de Musk a figuras y causas controvertidas, como Donald Trump y sectores ultraderechistas en EEUU y Europa, ha generado incomodidad y temor de represalias en sus empleados. Algunos reconocen que el ambiente político permea las conversaciones familiares y afecta la convivencia interna.
“Pasó de ser admirado por gente de todos los sectores a ser visto solo por un grupo reducido”, comenta un lugarteniente. Otro exejecutivo afirma que la política ya no es un tema separado del trabajo: “Si tu brújula moral te dice que debes irte, esa sensación no va a desaparecer”.
La tensión se intensifica en xAI, donde la competencia directa con OpenAI, fundada por Sam Altman —exsocio y ahora rival de Musk— ha generado una atmósfera de confrontación y desconfianza. Acusaciones cruzadas por robo de ingenieros y secretos tecnológicos reflejan una batalla que va más allá del mercado, tocando la ética y la seguridad.
Empleados de xAI han cuestionado la laxitud en la moderación de contenidos y la seguridad de usuarios, evidenciada en episodios como el chatbot Grok elogiando a Hitler o interacciones sexualmente explícitas con menores. Estas fallas, junto a la salida de ejecutivos como la CEO de X, Linda Yaccarino, muestran una rebelión interna contra el absolutismo de Musk en materia de libertad de expresión y gestión.
Mientras algunos defienden el liderazgo de Musk como un motor para la innovación y la consecución de metas ambiciosas —“si compartes la meta final, y puedes aguantarlo, está bien”—, otros denuncian un daño profundo a la misión original y a la salud institucional. Giorgio Balestrieri, exejecutivo en Tesla España, afirma que Musk ha causado “un enorme daño a la misión de Tesla y a la salud de las instituciones democráticas”.
La presidenta de Tesla, Robyn Denholm, intenta poner paños fríos: “Nuestra reserva de talento es sobresaliente... seguimos siendo un imán para el talento”. Sin embargo, la rotación y la caída en ventas —en parte atribuida al alejamiento de clientes liberales— revelan una realidad más compleja.
Este éxodo masivo no solo desnuda las tensiones internas de una empresa emblemática, sino que también pone en evidencia las contradicciones de un modelo de liderazgo extremo en un mundo que demanda mayor equilibrio, diversidad y responsabilidad social.
La crisis en Tesla y xAI es un espejo de las transformaciones profundas que enfrentan las grandes corporaciones tecnológicas: la lucha entre la innovación disruptiva y la sustentabilidad humana y ética. En este escenario, las decisiones tomadas hoy tendrán repercusiones en la configuración del mercado, la cultura organizacional y la percepción pública de estas empresas en los años venideros.
Las voces en conflicto, lejos de buscar consenso fácil, nos invitan a reflexionar sobre los límites del poder empresarial y los costos humanos de la ambición sin freno.