
Entre el 9 y el 11 de noviembre de 2025, Perú vivió una inusual sucesión de eventos solares que marcaron un punto de atención para la región. Tres fulguraciones solares de alta intensidad fueron detectadas por el Radio Observatorio de Jicamarca, en Lima, generando un aumento significativo en la actividad del viento solar que impactó la ionosfera ecuatorial. Este fenómeno, catalogado como una tormenta geomagnética intensa de tipo G4 —un nivel alto, solo un escalón por debajo del máximo G5—, alcanzó un índice de perturbación magnética de 8, según el Instituto Geofísico del Perú (IGP).
“La Tierra se encuentra atravesando un intenso flujo de partículas energéticas que corresponde a una de las más intensas de este año”, afirmó Hernando Tavera, jefe del IGP, subrayando la excepcionalidad del evento.
Desde la perspectiva científica, estos impactos solares generan efectos conocidos: interferencias en las comunicaciones por radio en ciertas frecuencias y dificultades en la precisión de sistemas GPS. En Perú, las autoridades mantienen un monitoreo permanente a través del radar ionosférico de Jicamarca para anticipar y mitigar posibles consecuencias.
En Chile, la noticia ha desatado un debate que trasciende el ámbito técnico. Por un lado, expertos en geociencias y telecomunicaciones advierten que, aunque la latitud y condiciones geográficas del país atenúan el impacto directo, la creciente dependencia en tecnologías satelitales y sistemas de navegación hace necesario fortalecer los protocolos de contingencia. “No podemos subestimar la vulnerabilidad de nuestras redes críticas frente a estas tormentas solares”, señala la ingeniera en telecomunicaciones Valentina Rojas.
Por otro lado, sectores políticos y sociales muestran posturas divergentes. Algunos actores cuestionan la inversión en sistemas de alerta y prevención, argumentando que los recursos deberían priorizar otras urgencias nacionales. Mientras tanto, comunidades indígenas y rurales, que históricamente enfrentan brechas en acceso a tecnología, manifiestan preocupación por la posible interrupción de comunicaciones en zonas aisladas.
Este escenario pone en evidencia una tensión latente entre la modernidad tecnológica y la desigualdad estructural, donde un fenómeno natural se convierte en un espejo de desafíos sociales y políticos.
Históricamente, las tormentas solares han sido eventos esporádicos pero con potencial de causar daños significativos en infraestructuras tecnológicas. La región andina, si bien no es la más expuesta globalmente, no está exenta de riesgos. En este contexto, la reciente sucesión de fulguraciones solares actúa como un llamado a la reflexión sobre la preparación y resiliencia regional.
¿Qué se puede concluir hasta ahora?
Primero, la confirmación científica del fenómeno y su intensidad, avalada por el IGP y observatorios internacionales.
Segundo, la necesidad de un diálogo amplio que incluya a expertos, autoridades y comunidades para diseñar estrategias inclusivas y efectivas de mitigación.
Tercero, la constatación de que la dependencia tecnológica creciente amplifica la vulnerabilidad ante fenómenos naturales, exacerbando desigualdades existentes.
En suma, la serie de fulguraciones solares que golpearon Perú y despertaron alertas en Chile no es solo un evento astronómico, sino una ventana para repensar la relación entre naturaleza, tecnología y sociedad en América Latina.
Fuentes: Instituto Geofísico del Perú (IGP), Radio Observatorio de Jicamarca, entrevistas con especialistas en telecomunicaciones y análisis de impacto social.
2025-10-10