
En septiembre de 2025, el expresidente Donald Trump sacudió nuevamente la escena económica global con un anuncio que parecía sacado de sus años en la Casa Blanca: la imposición de aranceles significativos a los muebles importados y un gravamen del 100% a las películas producidas fuera de Estados Unidos. La medida, presentada como un esfuerzo por revivir las industrias locales de Carolina del Norte y Hollywood, ha generado un debate que aún hoy, dos meses después, sigue sin resolverse del todo.
Trump utilizó sus redes sociales para lanzar la propuesta, que rápidamente mostró fisuras conceptuales. La idea de imponer aranceles a "países que no fabriquen muebles en EE.UU." generó desconcierto, ya que los aranceles se aplican a productos y no a países, y las cadenas productivas actuales son globales y complejas. Además, la amenaza de un impuesto del 100% a las películas extranjeras carece de un mecanismo claro para su aplicación, dado que las producciones suelen involucrar múltiples países en distintas fases.
"Es una propuesta populista que ignora la realidad de las cadenas globales de valor", señala Ana Rivera, economista especializada en comercio internacional de la Universidad de California. "Además, podría generar represalias y afectar a consumidores y empresas estadounidenses".
Desde la política, los republicanos han mostrado división. Algunos apoyan la medida como un intento de recuperar empleos en sus estados, mientras que otros temen que la incertidumbre arancelaria dañe las inversiones y la confianza empresarial. En Carolina del Norte, epicentro de la industria del mueble, sindicatos y empresarios están divididos: algunos celebran la intención de proteger el empleo, otros advierten que la medida podría encarecer la producción y reducir competitividad.
En la industria cinematográfica, la reacción fue mayoritariamente crítica. Grandes estudios y plataformas como Netflix y Warner Bros. expresaron preocupación por la inviabilidad práctica y el daño a la cadena de valor global. La Bolsa reaccionó con indiferencia, reflejando que los inversores no creen en una implementación efectiva.
"El cine es un negocio global. Estas medidas son un tiro en el pie para Hollywood y para la audiencia mundial", comentó Luis Martínez, analista de medios en Nueva York.
Hasta hoy, los aranceles anunciados en septiembre se han implementado parcialmente, con un 30% a muebles tapizados y 50% a ciertos muebles de cocina y baño. Sin embargo, el arancel del 100% a películas extranjeras no ha avanzado en la práctica, debido a la complejidad legal y técnica. La incertidumbre generada ha llevado a una ralentización en inversiones y negociaciones comerciales, y ha tensionado las relaciones con socios comerciales.
Este episodio pone en evidencia la tensión entre políticas proteccionistas y la realidad de economías globalizadas. La narrativa de "recuperar empleos locales" choca con las redes productivas dispersas y la necesidad de cooperación internacional.
Como concluye la investigadora chilena Constanza Rivas, especialista en comercio y políticas públicas: "Es un ejemplo de cómo discursos simplistas pueden generar expectativas y conflictos que no se corresponden con las dinámicas económicas reales".
- Los aranceles pueden proteger temporalmente ciertos sectores, pero a alto costo económico y social.
- La globalización productiva dificulta aplicar medidas unilaterales sin efectos colaterales.
- La política debe equilibrar demandas locales con realidades internacionales y técnicas.
Este capítulo estadounidense sigue abierto, pero ya deja lecciones claras sobre las limitaciones del proteccionismo en la era digital y global. Para Chile y otros países, el caso invita a reflexionar sobre cómo enfrentar desafíos industriales sin caer en soluciones simplistas y contraproducentes.
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Fuentes: Bloomberg, Diario Financiero, análisis académicos de universidades de EE.UU. y Chile, entrevistas con expertos en comercio internacional y medios.