
El domingo 28 de septiembre de 2025, un episodio trágico sacudió Grand Blanc, Michigan, cuando un hombre armado irrumpió en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, dejando un saldo definitivo de cinco muertos, incluyendo al agresor, y al menos ocho heridos.
El atacante, identificado como Thomas Jacob Sanford, de 40 años y oriundo de Burton, localidad cercana, protagonizó una secuencia de violencia que comenzó con embestir su vehículo contra la fachada del templo, seguido de un tiroteo indiscriminado y la provocación de un incendio en el recinto. Finalmente, fue abatido por agentes policiales en un enfrentamiento que duró menos de diez minutos desde el primer reporte. El tiroteo ocurrió en plena misa, con cientos de personas presentes.
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Sanford era un veterano de la Marina estadounidense, con servicio activo entre 2004 y 2008, incluyendo despliegues en Irak. Poseía varias condecoraciones, como la Medalla de Buena Conducta y la Medalla de la Campaña de Irak. Sin embargo, su perfil no reveló vínculos con actividades terroristas ni pandillas, según declaraciones oficiales."No se conocen vínculos con actividades terroristas ni con pandillas", afirmó el comisario Mal Lanyon.
Esta información abre un espacio para la reflexión sobre el impacto que puede tener la reintegración de veteranos a la sociedad civil y las posibles señales de alerta que podrían pasar desapercibidas.
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Pam Bondi, fiscal general de EE.UU., calificó el ataque como "desgarrador y escalofriante" y pidió orar por las víctimas.
Por su parte, el entonces presidente Donald Trump condenó el hecho como un ataque dirigido contra cristianos y urgió a detener la "epidemia de violencia" en el país. Su mensaje en redes sociales enfatizó la necesidad de oración, pero también generó debate sobre la respuesta gubernamental ante la violencia armada.
Mientras algunos sectores religiosos y comunitarios se volcaron hacia la solidaridad y el apoyo espiritual, otros pusieron el foco en la necesidad de discutir políticas de control de armas y seguridad en espacios públicos y de culto.
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Grand Blanc, una comunidad pequeña con cerca de 7.700 habitantes, quedó conmocionada. La gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer, expresó en redes sociales su dolor y condena, destacando la intolerancia a la violencia en cualquier espacio, especialmente en lugares de culto.
La policía estatal y federal desplegaron a más de 100 agentes para investigar el caso, que se trata como un "acto de violencia selectiva". Se han encontrado dispositivos explosivos improvisados en el lugar, lo que añade complejidad a la investigación.
Además, tras el tiroteo se registraron amenazas de bomba en otras iglesias, lo que generó un clima de tensión y llevó a reforzar la seguridad en la región.
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Este ataque en Michigan no es un hecho aislado, sino parte de una serie de episodios que ponen en jaque la percepción de seguridad en Estados Unidos, especialmente en espacios tradicionalmente considerados sagrados y protegidos.
Cinco personas perdieron la vida y varias resultaron heridas en un solo acto de violencia que combinó el uso de armas de fuego, un vehículo y un incendio provocado.
La figura del agresor, un exmilitar condecorado, añade una capa de complejidad que desafía explicaciones simplistas y llama a analizar el apoyo a veteranos y la salud mental post servicio.
Las voces públicas oscilan entre la condena moral y religiosa, y la demanda de políticas concretas para prevenir futuros ataques, incluyendo el debate sobre la regulación de armas, la protección de lugares de culto y la prevención de la violencia.
En definitiva, el episodio invita a una mirada profunda sobre las causas estructurales de la violencia armada en EE.UU. y la necesidad de respuestas integrales que vayan más allá de la reacción inmediata.
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_Fuentes consultadas incluyen reportes de BioBioChile, La Tercera, BBC News Mundo, El País, y declaraciones oficiales del FBI, policía local y autoridades estatales._