
Un escenario dividido y cargado de tensiones es el que enfrentó la derecha chilena en la última semana de campaña presidencial de 2025. Evelyn Matthei, José Antonio Kast y Johannes Kaiser cerraron sus campañas en simultáneo, con discursos y gestos que evidencian las profundas fisuras internas de un sector que se juega más que una elección: su identidad política y su viabilidad electoral.
El 13 de noviembre, Matthei reconoció públicamente un "triple empate" entre los candidatos de derecha, lamentando la falta de acuerdos para una primaria amplia que evitara una competencia agotadora y estéril. La exalcaldesa de Providencia sostuvo que cualquiera de los tres podría pasar a segunda vuelta, pero enfatizó que ella es "la única que asegura el triunfo ante la candidata comunista continuadora del gobierno actual". Esta afirmación no solo revela la confianza de Matthei en su electorado, sino también la fractura palpable en la coalición, que no logró consolidar una candidatura única.
Desde la perspectiva de analistas como Roberto Munita (Universidad de Los Andes), esta dispersión refleja una estrategia de cada candidato para posicionarse en la primera vuelta, sin que ninguno quiera ceder terreno antes del desenlace definitivo. Munita advierte que un endurecimiento del discurso, especialmente para Matthei y Kast, podría ser contraproducente, pues podrían perder votos en el centro, un espacio crucial para avanzar a la segunda vuelta.
El acto de cierre de Johannes Kaiser en Providencia fue un espectáculo cargado de símbolos que revivieron heridas recientes y polarizaron aún más el ambiente político. La entonación de la tercera estrofa del himno nacional —asociada históricamente a la dictadura de Augusto Pinochet— y la convocatoria a un minuto de silencio por los "1.200 mártires de Carabineros" marcaron un tono confrontacional y reivindicativo.
La presencia del coronel en retiro Claudio Crespo, acusado de disparar perdigones que cegaron a Gustavo Gatica durante el estallido social, añadió un nivel de controversia que trascendió las fronteras nacionales, llegando a titulares en medios internacionales como el diario argentino Clarín.
La diputada Sara Concha, presidenta del Partido Social Cristiano y apoyo de Kast, rechazó abiertamente estos gestos: "No avalamos esta clase de cánticos, así como tampoco avalamos los que hubo en contra de Carabineros en el cierre de campaña de Jeanette Jara". Su llamado a mirar hacia el futuro y dejar atrás los temas del pasado refleja una tensión interna que podría marcar la campaña del sector en los días finales.
Mientras Kaiser apuesta por un discurso radical y simbólico que moviliza a un sector acérrimo, Matthei y Kast parecen jugar a un equilibrio más cauteloso, buscando no ahuyentar al electorado moderado.
Aldo Cassinelli, académico de la Universidad Autónoma, señala que "Kast y Matthei están haciendo una campaña de primera vuelta con miras a la segunda, porque saben que tienen más posibilidades de ganar en definitiva". Esto explica la falta de respuesta directa a las provocaciones de Kaiser y la apuesta por mantener un perfil que permita captar votos más allá del núcleo duro.
Quince días después del cierre de campaña, el escenario electoral revela que la derecha está lejos de consolidar una narrativa común o una estrategia unificada. La dispersión y las tensiones internas reflejan no solo un desafío electoral, sino una crisis identitaria que podría definir el rumbo político del sector en los próximos años.
El triple empate evidencia que el electorado de derecha está fragmentado y que ninguna candidatura logró imponer un liderazgo claro. La apuesta de Kaiser por símbolos polarizantes ha generado rechazo incluso en sus propios aliados, mientras Matthei y Kast optan por un pragmatismo electoral que privilegia la moderación.
Este choque de estilos y discursos no solo condiciona el resultado de la elección presidencial, sino que también pone en tensión la capacidad de la derecha para articular un proyecto político coherente y atractivo para un país que demanda certezas y soluciones más allá del ruido y la confrontación.
En definitiva, la derecha chilena enfrenta un desafío que va más allá de las urnas: reconstruir su identidad y su cohesión en un momento de alta volatilidad política y social.