
Un escenario electoral convulsionado se ha ido configurando en Chile durante las últimas semanas, y la campaña presidencial de 2025 no escapa a esta realidad. A casi dos meses de las elecciones, la candidatura oficialista de Jeannette Jara Román ha sido puesta en el ojo del huracán, no tanto por propuestas concretas, sino por la falta de un programa de gobierno formal y la evidente fractura interna en su coalición. El 27 de septiembre de 2025, Marco Enríquez-Ominami (ME-O), candidato independiente, presentó a Eduardo Arancibia como su nuevo vocero en deportes y aprovechó la instancia para lanzar duras críticas contra Jara, señalando que carece de programa y equipo.
Desde la perspectiva del oficialismo, la ausencia de un programa ha sido justificada como un proceso en construcción, en medio de la complejidad de articular múltiples fuerzas políticas. Sin embargo, la crítica de ME-O no solo apunta a la falta de documento, sino también a la evidente descoordinación interna. “Ya es público y notorio que esa coalición tiene un pequeño problema de convivencia”, afirmó ME-O, poniendo sobre la mesa una realidad que pocos habían expresado con tanta claridad.
Por otro lado, voces dentro del oficialismo admiten que las tensiones entre figuras como Lautaro Carmona y Daniel Jadue han erosionado la cohesión necesaria para una campaña unificada. La candidata Jara, por su parte, ha señalado la falta de “fraternidad” en su coalición, una crítica que refleja la profundidad del conflicto.
Para la oposición, esta crisis interna del oficialismo es una oportunidad para capitalizar un electorado que busca certezas y propuestas claras. Sin embargo, también hay quienes advierten que la fragmentación y el desgaste político pueden abrir espacio a candidaturas emergentes con discursos más disruptivos, pero no necesariamente más efectivos.
Desde la sociedad civil, la preocupación gira en torno a la calidad del debate público y la capacidad de los candidatos para ofrecer soluciones concretas a problemas urgentes como la desigualdad, la seguridad y la recuperación económica. “Es una lástima que en un momento tan crucial se privilegie la disputa interna sobre la construcción de un proyecto país”, señala un académico consultado para este análisis.
La campaña 2025, vista con la distancia temporal que permite analizar su evolución, revela varias verdades incómodas. Primero, la importancia de la preparación y la unidad interna como pilares fundamentales para cualquier candidatura presidencial. Segundo, que la ausencia de un programa claro no solo afecta la percepción pública, sino que también puede ser síntoma de problemas estructurales más profundos en las coaliciones políticas.
Finalmente, este episodio pone en evidencia la tensión entre la política tradicional y las nuevas formas de hacer campaña, donde la imagen y las alianzas a veces priman sobre contenidos y proyectos. Para el electorado, la lección es clara: la búsqueda de certezas y propuestas sólidas debe prevalecer sobre la fragmentación y la improvisación.
En definitiva, la campaña presidencial 2025 chilena se ha convertido en un espectáculo donde las disputas internas y la falta de claridad programática han puesto en jaque la estabilidad política, dejando a los ciudadanos como expectadores de una tragedia política que podría marcar el rumbo del país en los próximos años.
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Fuentes: BioBioChile, InformadorChile, declaraciones públicas de ME-O y Jeannette Jara, análisis de expertos políticos.
2025-11-11