Un vacío programático que desata tensiones
A poco más de un mes para la elección presidencial, la campaña de Jeannette Jara, candidata oficialista apoyada principalmente por el Partido Comunista (PC) y la Democracia Cristiana (DC), ha quedado marcada por una ausencia que no pasa inadvertida: no contar con un programa de gobierno formalmente presentado. Esta carencia, lejos de ser un detalle menor, ha desatado una serie de críticas que han puesto en jaque la cohesión de la izquierda chilena.
Marco Enríquez-Ominami (ME-O), candidato presidencial independiente, fue uno de los primeros en levantar la voz públicamente, señalando que “no se puede ir a una elección presidencial sin programa de gobierno”. Sus declaraciones, realizadas el 27 de septiembre, no sólo cuestionaron la falta de un documento que ordene las propuestas de Jara, sino que también pusieron en evidencia la falta de un equipo consolidado detrás de la candidatura.
Perspectivas enfrentadas: entre la crítica y la defensa
Desde la oposición, ME-O ha insistido en que esta ausencia es “la gota que rebasa el vaso” en un contexto donde la coalición oficialista enfrenta además problemas de convivencia interna. Según él, la candidata está “enredada” por las contradicciones y la imposición de candidaturas dentro de sus propios partidos, lo que dificulta construir un proyecto común.
Por otro lado, sectores del oficialismo y la DC han respondido con críticas a la falta de “fraternidad” dentro de la izquierda, apuntando a figuras como Lautaro Carmona y Daniel Jadue, quienes han mantenido posturas rígidas que habrían tensionado la unidad. Sin embargo, a pesar de estas disputas, desde el comando de Jara se ha optado por no acelerar la presentación del programa, argumentando que la campaña se ha centrado en el diálogo con la ciudadanía y que los lineamientos serán difundidos en etapas posteriores.
Impacto regional y social: ¿un problema de fondo?
El debate trasciende la mera formalidad electoral y refleja un desafío mayor para la izquierda chilena: la dificultad para articular un discurso coherente y unificado que responda a las demandas sociales y regionales que emergen tras años de movilizaciones y transformaciones políticas.
En regiones históricamente críticas para la izquierda, como el Biobío y La Araucanía, la ausencia de un programa claro ha generado incertidumbre entre votantes que esperan propuestas concretas en materia de desarrollo, derechos indígenas y seguridad. Líderes sociales consultados señalan que “la falta de claridad hace que muchos se sientan huérfanos de una opción sólida que represente sus intereses”, lo que abre espacio para la dispersión del voto o la abstención.
Verdades y consecuencias a la vista
A la luz de estos hechos, es posible concluir que la falta de programa de gobierno de Jeannette Jara no es un mero descuido táctico, sino un síntoma de las profundas tensiones internas y la falta de cohesión en la izquierda chilena. Esta situación ha permitido que sus adversarios capitalicen la narrativa de desorden y falta de preparación, debilitando la percepción de unidad y capacidad de gestión.
Además, la demora en presentar un plan claro ha generado un vacío informativo que dificulta el debate público sobre las propuestas concretas para enfrentar los desafíos económicos, sociales y ambientales que Chile enfrenta hoy.
En definitiva, esta crisis programática pone en el centro la pregunta sobre la capacidad de la izquierda para reconstruir un proyecto común que dialogue con la diversidad interna y las expectativas ciudadanas. Mientras tanto, el reloj electoral avanza inexorablemente, dejando a la vista un escenario donde la fragmentación puede ser tan determinante como las propuestas mismas.