
Un mes después del alto el fuego firmado el 10 de octubre entre Israel y Hamás, la Franja de Gaza vuelve a ser escenario de una devastación silenciosa y sistemática. Más de 1.500 edificios han sido demolidos en zonas bajo control israelí, según imágenes satelitales analizadas por BBC Verify hasta el 8 de noviembre. Esta cifra, que podría ser aún mayor por áreas inaccesibles a la observación satelital, revela una operación de demoliciones que desafía la narrativa oficial del fin de las hostilidades.
Por un lado, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) aseguran que estas demoliciones se enmarcan dentro del acuerdo de cese al fuego y responden a la necesidad de desmantelar la infraestructura militar y terrorista, especialmente los túneles que Hamás utiliza para atacar y esconderse. 'De acuerdo a los términos del cese al fuego, todas las infraestructuras del terror deben ser destruidas', declaró un portavoz militar israelí.
El ministro de Defensa israelí, Israel Katz, reforzó esta postura en redes sociales, señalando que la desmilitarización de Gaza es una política clara y necesaria para la seguridad nacional. Según fuentes militares, la zona detrás de la llamada "Línea amarilla" —el límite acordado para la retirada de tropas— sigue bajo control israelí, donde se consideran válidas estas operaciones.
En contraste, expertos en derecho internacional y analistas independientes advierten que estas demoliciones constituyen una violación grave del alto el fuego y de las leyes de la guerra. 'No es plausible que una destrucción tan masiva de propiedad civil sea necesaria durante un alto el fuego', argumenta H. A. Hellyer, experto británico en política de Medio Oriente. Adil Haque, profesor de derecho estadounidense, señala que la destrucción de propiedades civiles solo puede justificarse en operaciones militares directas, lo que no parece ser el caso aquí.
Vecinos desplazados como Lana Khalil relatan la pérdida de sus hogares, huertos y jardines que consideraban un paraíso. 'El ejército israelí no nos ha dejado nada. Han demolido todo', dice con el corazón roto desde los campamentos de desplazados.
Los barrios de Jan Yunis, Rafah, Shejaiya y el campamento de refugiados de Jabalia muestran un paisaje de ruinas donde antes había vida y esperanza. El ruido constante de las demoliciones se escucha desde las tiendas de campaña donde ahora viven los desplazados.
La continuidad de estas demoliciones pone en jaque la estabilidad del alto el fuego y el plan de paz respaldado por Estados Unidos, Egipto, Qatar y Turquía. Hugh Lovatt, investigador europeo, advierte que 'la percepción de que Israel busca crear hechos consumados podría erosionar la confianza y provocar un nuevo ciclo de violencia'.
Mientras tanto, Israel prepara el terreno para eventuales futuras operaciones, desconfiando de la voluntad de Hamás para cumplir con la desmilitarización pactada. Esta dinámica refleja un escenario de tensión latente, donde la tragedia civil se entrelaza con la estrategia militar y la diplomacia internacional.
Las imágenes satelitales y testimonios confirman que la destrucción en Gaza continúa a gran escala pese al alto el fuego. La interpretación de esta realidad depende del prisma desde el cual se analice: para Israel, una acción legítima de seguridad; para expertos y afectados, una violación del acuerdo y una tragedia humanitaria.
Este choque de narrativas no solo revela la complejidad del conflicto, sino que pone en evidencia la fragilidad de los acuerdos de paz en contextos donde la desconfianza y las heridas históricas permanecen abiertas. La pregunta que queda es si la comunidad internacional podrá superar esta disonancia y contribuir a un verdadero proceso de reconstrucción y reconciliación, o si la destrucción seguirá siendo la única constante en Gaza.