Cinco años del 18-O: Entre la memoria fracturada y las lecciones pendientes

Cinco años del 18-O: Entre la memoria fracturada y las lecciones pendientes
Actualidad
Conflictos sociales
2025-11-15
Fuentes
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- Conmemoración marcada por violencia y represión en Plaza Baquedano y sectores aledaños.

- Diversidad de interpretaciones sobre el estallido social, desde desencanto ciudadano hasta fallas institucionales.

- Demandas sociales y desafíos de seguridad siguen sin resolverse plenamente, revelando tensiones profundas y persistentes.

El 18 de octubre de 2019 marcó un antes y un después en la historia reciente de Chile. Cinco años después, el recuerdo de aquel estallido social se mantiene vivo, pero no sin cicatrices profundas y controversias que siguen abiertas.

El viernes 18 de octubre de 2024, en la emblemática Plaza Baquedano y sus alrededores, se registraron enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas policiales, con barricadas incendiarias y la intervención de carros lanzaaguas. La jornada dejó un saldo de tres detenidos y dos personas lesionadas, según reportes oficiales de Carabineros y medios como La Prensa Austral y Cooperativa.cl.

Este escenario de tensión contrasta con la conmemoración que algunos sectores buscaban como un momento de reflexión y memoria. La conmemoración volvió a exponer las fracturas sociales y políticas que dieron origen a aquella ola de protestas masivas.

Perspectivas encontradas

“Sólo el 1% siente una emoción claramente positiva cuando recuerda el estallido, mientras que el 84% experimenta frustración, rabia o miedo”, señala un análisis publicado en El Líbero, basado en encuestas recientes. Esta estadística refleja un desencanto generalizado que ha permeado en la opinión pública, y que se traduce en una memoria colectiva cargada de emociones negativas.

Desde la centroizquierda, voces como la exministra Carolina Tohá han reconocido “puntos débiles” en la gestión política posterior al estallido, pero defienden que “los gobiernos de centroizquierda hacen una diferencia a favor de las mayorías”. Sin embargo, el balance no es unánime y la derecha política y sectores conservadores critican la falta de control y la permisividad hacia la violencia en esos años.

Más que una protesta, un fenómeno complejo

El sociólogo y analista Ernesto Tironi aporta una mirada que invita a la reflexión profunda: el estallido no fue sólo una reacción espontánea ante la desigualdad o el modelo económico neoliberal, sino la expresión de un malestar social heterogéneo, cargado de frustraciones acumuladas y desconfianza hacia las élites políticas y económicas.

“La pradera estaba seca, pero por malestares diversos, y lo que más había en común era el hastío con los dirigentes políticos y los abusos”, explica Tironi en su columna para El Líbero. Además, denuncia la ausencia de una investigación efectiva sobre los responsables de los actos de violencia más graves, como la quema de estaciones del Metro, que requirieron organización y recursos.

Estado, seguridad y violencia: un desafío pendiente

Una de las lecciones más duras que ha dejado el 18-O es la necesidad de que el Estado fortalezca sus capacidades para prevenir y enfrentar la violencia organizada, sin caer en abusos ni vulneraciones a los derechos humanos. La ausencia de una política clara y efectiva para controlar a grupos violentistas, ya sean anarquistas, barras bravas o grupos radicalizados, fue una de las fallas que permitieron la escalada de desórdenes.

Carabineros desplegó unidades de Control de Orden Público en puntos críticos de Santiago durante la conmemoración, reflejando la persistencia de este desafío. La coordinación con Metro y los municipios fue parte de un plan para minimizar daños, aunque los incidentes evidencian que la tensión social y la violencia no han desaparecido.

Demandas sociales: urgencia y postergación

El estallido también puso sobre la mesa demandas históricas postergadas: pensiones dignas, acceso a salud, educación, cuidado infantil, y protección ambiental en zonas contaminadas. A siete años de la Ley 21.015, por ejemplo, la inclusión laboral de personas con discapacidad sigue siendo limitada, según reportes de Fundación ConTrabajo.

“Nunca más esas postergaciones sociales evidentes”, advierte Tironi, subrayando que la acumulación de “pasto seco” social puede generar nuevos incendios si no se atienden las necesidades urgentes.

Conclusiones y miradas hacia adelante

Cinco años después del 18-O, la historia no está cerrada. Las heridas siguen abiertas, y la memoria colectiva se debate entre la frustración y la esperanza. La violencia que marcó las protestas y sus secuelas no puede ser ignorada ni justificada, pero tampoco puede ser la única narrativa.

Lo que emerge con claridad es la necesidad de un diálogo transversal, que supere las trincheras políticas y sociales, para abordar de manera integral las causas estructurales del malestar ciudadano. La reciente declaración conjunta de dirigentes de centroizquierda y centroderecha comprometiéndose a no permitir más violencia y a avanzar en reformas sociales es un paso alentador, aunque insuficiente.

Chile está frente a un desafío de madurez democrática: aprender de sus errores, fortalecer sus instituciones, y construir un pacto social que incluya a todos, sin dejar espacio para la violencia ni para la exclusión.

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Fuentes: La Prensa Austral, Cooperativa.cl, El Líbero, análisis de Ernesto Tironi, Fundación ConTrabajo, declaraciones de Carolina Tohá.