Han pasado más de dos meses desde que las urnas de la primaria oficialista dictaron una sentencia clara y contundente. La victoria de la exministra del Trabajo, Jeannette Jara (PC), sobre la exministra del Interior, Carolina Tohá (PPD), no fue solo un resultado electoral; fue el clímax de una contienda que expuso las dos almas que cohabitan, no sin dificultad, en el gobierno del Presidente Gabriel Boric. Hoy, con la resaca de la celebración y la derrota ya decantada, el sector se enfrenta a la compleja tarea de transformar una unidad de pacto en una convicción de proyecto, un desafío cuyas grietas siguen expuestas.
El camino a la primaria del 29 de junio no fue un paseo fraterno. Desde abril, las señales de fractura eran evidentes. La senadora y entonces presidenta del PS, Paulina Vodanovic, encendió las primeras alarmas al calificar a Tohá como la "continuidad del Gobierno", un "mote" que la candidata del PPD lamentó viniera de su "propio sector". Vodanovic, quien terminaría bajando su candidatura el 28 de abril, cuestionaba la "hermandad" histórica entre el PS y el PPD, dejando a su partido en una encrucijada y al Socialismo Democrático sin una de sus figuras clave en la carrera.
Con el campo de juego reducido, la contienda se polarizó entre dos visiones. Por un lado, Carolina Tohá, representante del Socialismo Democrático, encarnaba la experiencia, la moderación y la promesa de gobernabilidad. Su campaña se centró en su gestión en Interior, reivindicando los avances en seguridad como un activo y presentándose como la única capaz de construir una mayoría amplia para frenar a la derecha.
Por otro, Jeannette Jara, la carta del Partido Comunista y Apruebo Dignidad, se erigió como la defensora de las transformaciones profundas. Cuestionó los resultados en seguridad, argumentando que "no se puede tapar el sol con un dedo", y prometió un programa más audaz, conectando con la base electoral que llevó a Boric a La Moneda pero que se sentía desilusionada con el pragmatismo del segundo tiempo del gobierno.
La tensión alcanzó su punto álgido en las semanas previas a la elección. En una jugada de alto riesgo, Tohá declaró explícitamente: "No soy partidaria de que el Partido Comunista gobierne el país". Sus palabras, reforzadas por el timonel del PPD, Jaime Quintana, quien afirmó que un triunfo de Jara significaba "un triunfo de José Antonio Kast", buscaron marcar un cortafuegos ideológico y movilizar al votante de centroizquierda más reacio al PC. Sin embargo, la estrategia no solo no rindió frutos, sino que pudo haber movilizado en su contra a quienes vieron en sus dichos un eco del anticomunismo históricamente usado por la derecha.
La primaria no fue una competencia de matices, sino un choque de paradigmas.
Con un contundente 60% de los votos, Jeannette Jara se convirtió en la candidata única del oficialismo. Su discurso de victoria fue un llamado a la "unidad, diálogo y esperanza" frente a la "amenaza de la extrema derecha". Figuras del Socialismo Democrático que días antes advertían sobre los peligros de un gobierno comunista, rápidamente se cuadraron tras su figura, en un pragmatismo que algunos analistas y ciudadanos, como se leyó en cartas al director, no tardaron en calificar de "voltereta".
El desafío actual es monumental. La izquierda chilena se presenta a la elección presidencial con una candidata que representa a su ala más dura, tras haber derrotado al ala que se presentaba como más dialogante y centrista. La pregunta que flota en el aire es si el apoyo del Socialismo Democrático será meramente táctico o si lograrán articular un programa común que convenza a ambos mundos. La postura de la Democracia Cristiana añade una capa de complejidad, dejando al centro político en una orfandad que podría ser capitalizada por otras fuerzas. La larga travesía de la primaria terminó, pero el viaje hacia una unidad real y efectiva apenas comienza.