
Argentina se enfrenta a un momento crucial tras casi tres meses desde la implementación de las reformas impulsadas por Javier Milei, cuya apuesta libertaria busca recortar el gasto público y equilibrar las cuentas fiscales. Desde principios de 2025, el gobierno logró un superávit fiscal, una rareza en la historia reciente del país. Sin embargo, esta aparente victoria esconde una realidad más compleja que ha puesto en evidencia las tensiones entre la política económica interna y la dependencia externa.
Mientras el déficit fiscal se reduce, la moneda argentina sigue debilitándose frente al dólar, con una inflación que, aunque desacelerada, permanece elevada y afecta el poder adquisitivo. La salida de capitales ha generado una presión constante sobre las reservas internacionales, que permanecen en terreno negativo, lo que limita la capacidad del Banco Central para estabilizar el mercado cambiario.
El respaldo financiero de Washington, materializado en una línea de swap por 20.000 millones de dólares y la compra de bonos argentinos, ha sido fundamental para evitar un colapso inmediato. 'El apoyo estadounidense es una tabla de salvación, pero también una cuerda que puede asfixiar la autonomía económica', advierte el economista chileno Rodrigo Valdés. Este apoyo bilateral, sin embargo, ha generado críticas desde sectores nacionalistas y progresistas que ven en la alianza un riesgo de dependencia y pérdida de soberanía.
Desde la derecha liberal, se defiende la reforma como un paso necesario para corregir décadas de desequilibrios fiscales y para atraer inversión extranjera. En contraste, sectores nacionalistas y de izquierda denuncian un ajuste que recae principalmente sobre los sectores más vulnerables y que no aborda las causas estructurales del déficit externo.
Los ciudadanos, por su parte, muestran una mezcla de esperanza y desconfianza. Las protestas sociales, que han aumentado en las últimas semanas, reflejan el malestar por la pérdida de empleo en pequeñas industrias y la reducción del gasto social, mientras que una parte de la población aplaude la disciplina fiscal como camino hacia la estabilidad.
La experiencia argentina recuerda los procesos de ajuste en otros mercados emergentes, donde la combinación de recortes fiscales, superávit comercial y aumento de reservas permitió una recuperación sostenible. Sin embargo, el caso argentino evidencia que sin un fortalecimiento de las exportaciones y una política cambiaria coherente, las reformas pueden quedar atrapadas en un círculo vicioso de dependencia externa y fragilidad económica.
En definitiva, el experimento Milei está lejos de resolverse: mientras el gobierno enfrenta la presión de mantener la disciplina fiscal, debe lidiar con la necesidad de un crecimiento inclusivo y con la compleja relación con un socio estratégico que puede ser tanto un salvavidas como una cadena.
Fuentes consultadas incluyen análisis de Reuters Breakingviews, informes del Wall Street Journal y declaraciones de economistas regionales, que coinciden en la necesidad de un enfoque más integral para evitar que la crisis se profundice.