
El 24 de septiembre de 2025, la Línea 1 del Metro de Santiago suspendió su servicio durante dos horas por la presencia de una persona en las vías. Este suceso, que paralizó siete estaciones consecutivas —Santa Lucía, Universidad Católica, Baquedano, Salvador, Manuel Montt, Pedro de Valdivia y Los Leones—, desató una serie de reacciones y análisis que hoy, semanas después, permiten comprender mejor sus causas, consecuencias y el estado actual del transporte metropolitano.
La interrupción comenzó a las 11:20 horas y se extendió hasta las 13:21, afectando a miles de usuarios que se vieron obligados a buscar rutas alternativas en una red ya saturada. La combinación en Baquedano fue suspendida, un golpe sensible para quienes utilizan esta estación como nodo central para desplazarse.
Desde la perspectiva de los usuarios, predominó la frustración y la incertidumbre. "Es inaceptable que una persona en la vía detenga toda la Línea 1, que es la columna vertebral del Metro", comentó una usuaria habitual. Otros señalaron la falta de información clara y oportuna durante la emergencia.
Metro entregó alternativas de viaje, como combinaciones entre Líneas 2, 3, 4 y 4A para sortear la interrupción. Sin embargo, estas rutas alternativas fueron calificadas como engorrosas y poco viables para la mayoría. Desde el punto de vista operativo, la empresa defendió la suspensión como una medida necesaria para garantizar la seguridad.
No obstante, sectores políticos y expertos en transporte cuestionaron la preparación y protocolos vigentes. El diputado de oposición Juan Pérez afirmó: "Este incidente revela falencias en la gestión de emergencias y la falta de infraestructura para evitar que situaciones individuales paralicen un sistema tan crucial". En contraste, desde el oficialismo, se destacó la rápida normalización del servicio y la prioridad dada a la seguridad de las personas.
Más allá del episodio puntual, este evento puso en evidencia la vulnerabilidad del sistema frente a situaciones imprevistas y la dependencia crítica de la Línea 1 en la movilidad santiaguina. La académica en urbanismo, María González, señaló: "La emergencia es un síntoma de un sistema saturado y con poca resiliencia. Es urgente pensar en diversificar la red y fortalecer protocolos de intervención rápida".
Desde la mirada ciudadana, la suspensión expuso también la tensión entre la seguridad pública y la accesibilidad del transporte. La presencia de personas en las vías, en muchos casos vinculada a problemas sociales o de salud mental, abre un debate sobre políticas integrales que van más allá del Metro y requieren una coordinación multisectorial.
Tras analizar múltiples fuentes y voces, se concluye que:
- La suspensión del servicio fue una medida de seguridad necesaria, pero evidenció la fragilidad operativa frente a emergencias.
- Las alternativas de viaje ofrecidas no lograron mitigar el impacto social y económico para los usuarios.
- El episodio reavivó el debate sobre la necesidad de modernizar y diversificar la red de transporte público santiaguina.
- La presencia de personas en las vías es un fenómeno complejo que exige respuestas integrales desde la salud pública y la seguridad.
En definitiva, esta crisis breve pero intensa en la Línea 1 del Metro de Santiago es un recordatorio de que la movilidad urbana es un entramado delicado, donde un solo incidente puede desatar una cadena de efectos que trascienden el transporte y afectan la vida cotidiana de millones. La pregunta que queda es cómo se preparará la ciudad para enfrentar estos desafíos en el futuro, sin sacrificar la seguridad ni la fluidez que sus habitantes demandan.