
En un escenario donde la paciencia y la incertidumbre se disputan el centro del ring financiero, Wall Street ha mostrado una recuperación moderada tras las palabras del presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, que, lejos de abrir la puerta a un alivio rápido en las tasas de interés, reafirmó la complejidad y riesgos que enfrenta la economía global.
El 24 de septiembre de 2025, Powell advirtió que "no hay un camino libre de riesgo" para la Fed ante la persistencia de la inflación y señales de deterioro en el mercado laboral. Esta declaración, que inicialmente provocó pérdidas en los mercados estadounidenses y contagió a Asia y Europa, fue rápidamente contrarrestada por noticias alentadoras desde el sector tecnológico, especialmente por Alibaba y su nuevo modelo de inteligencia artificial Qwen3-Max.
Las acciones de Alibaba subieron un 9% tras anunciar un aumento en sus inversiones en IA, mientras Nvidia y Micron también reportaron ganancias impulsadas por la demanda en esta área. Este impulso tecnológico no solo ha amortiguado la caída inicial, sino que ha generado un debate sobre la capacidad de la innovación para sostener la economía en un contexto de política monetaria restrictiva.
Desde la perspectiva política y económica, la postura de Powell fue recibida con escepticismo y preocupación por parte de distintos actores. Stephanie Griffith-Jones, vicepresidenta del Banco Central, señaló que el impacto del salario mínimo en el empleo "no es tan grande como se ha planteado", mientras que la candidata Evelyn Matthei acusó que "se miente con la cifra oficial de la deuda", evidenciando un clima de desconfianza en las cifras oficiales y en la gestión fiscal.
Regionalmente, la situación de Alemania añade un matiz sombrío: el índice de confianza empresarial más bajo en años refleja una demora en las reformas prometidas, un síntoma que alerta sobre la fragilidad del crecimiento europeo en medio de tensiones globales.
En el ámbito geopolítico, el discurso del expresidente Donald Trump en la ONU sorprendió por su giro respecto a Ucrania, apoyando la recuperación territorial y la defensa activa de la OTAN contra incursiones rusas. Este cambio no solo impulsó las acciones de defensa en Europa, sino que también generó movimientos importantes en mercados emergentes como Brasil y Argentina, donde la expectativa de apoyo estadounidense reconfigura alianzas y perspectivas económicas.
El real brasileño alcanzó su mayor nivel frente al dólar en más de un año, y el Banco Mundial aceleró la entrega de US$ 4.000 millones comprometidos a Argentina tras la reunión de Trump con Javier Milei.
Este conjunto de hechos revela una economía mundial en plena tensión: la Fed mantiene un tono cauteloso, la innovación tecnológica emerge como un salvavidas financiero, y la geopolítica redefine riesgos y oportunidades.
La verdad que emerge es que no existe un camino claro ni libre de riesgos. La economía global se encuentra en un punto de inflexión donde la política monetaria, la tecnología y la geopolítica juegan roles simultáneos y contradictorios. Para Chile y América Latina, esta dinámica implica adaptarse a un entorno volátil, donde las decisiones de actores externos y la capacidad interna de innovación serán determinantes.
En suma, el espectáculo financiero que hemos presenciado no es un mero vaivén pasajero, sino la expresión de un complejo coliseo donde cada jugador —desde bancos centrales hasta gigantes tecnológicos y potencias políticas— despliega su estrategia. El desafío para los observadores y decisores es mirar más allá de las reacciones inmediatas y entender cómo estas fuerzas moldearán el futuro económico regional y global.