El jueves 14 de noviembre de 2025, Estados Unidos y Argentina anunciaron un acuerdo marco para profundizar la cooperación bilateral en comercio e inversiones. Más allá del anuncio festivo, este pacto revela una compleja partida en la que ambos países juegan sus cartas con cautela, en medio de tensiones internas y expectativas regionales.
Este acuerdo, impulsado por la buena sintonía política entre el presidente estadounidense Donald Trump y el argentino Javier Milei, se presenta como un marco general que aún debe concretarse en detalles y pasos posteriores. Incluye la eliminación de barreras arancelarias y no arancelarias, apertura de mercados y adecuación regulatoria en sectores clave como agricultura, ganadería, minería y manufactura.
Sin embargo, las concesiones no son simétricas. Argentina, por ejemplo, cede parte de sus atribuciones de control de calidad en industrias farmacéuticas, alimentarias y automotrices, aceptando la entrada de productos que cumplan normas estadounidenses o internacionales sin evaluaciones adicionales. En contraste, Estados Unidos mantiene ciertas reservas, como la eliminación de aranceles recíprocos solo en recursos naturales no disponibles localmente y productos farmacéuticos no patentados.
En el centro del acuerdo está la cuestión de la carne bovina. Ambos países se comprometen a mejorar el acceso recíproco al mercado de carne de res, con Argentina ampliando significativamente su cuota de exportación a EE.UU. y permitiendo la entrada de ganado vivo y aves de corral estadounidenses. No obstante, las diferencias en las declaraciones oficiales —el gobierno argentino enfatiza la ampliación de su mercado, mientras el estadounidense mantiene cautela— reflejan la necesidad de ajustar expectativas internas y evitar conflictos políticos.
Desde la perspectiva política, la alianza entre Trump y Milei se traduce en un respaldo mutuo que ha permeado acuerdos previos, como la política arancelaria recíproca del 10% aplicada a productos argentinos y el apoyo financiero estadounidense clave en la estabilización económica argentina en meses recientes.
Pero no todo es armonía. Legisladores y productores estadounidenses, especialmente del sector ganadero, han expresado críticas por el aumento de importaciones argentinas, evidenciando una tensión interna que condiciona la implementación del acuerdo.
Regionalmente, el acuerdo adquiere un matiz geopolítico. Ambos países son competidores en la producción de soja, con China como principal comprador. La cooperación en minerales críticos, especialmente litio, apunta a un intento conjunto de estabilizar mercados estratégicos en un escenario global marcado por la competencia por recursos y alianzas.
Por último, el pacto incluye la intención de acelerar los trámites para la firma definitiva y la implementación, con miras a formalizar el convenio en una próxima reunión entre ambos presidentes.
Perspectivas divergentes emergen en este escenario: mientras el oficialismo argentino celebra un reconocimiento a su programa económico y un acceso preferencial a un mercado clave, sectores críticos advierten sobre la pérdida de soberanía regulatoria y posibles impactos en industrias locales. En Estados Unidos, la balanza entre la apertura comercial y la protección de sectores sensibles sigue siendo delicada.
En conclusión, este acuerdo simboliza más que un simple tratado comercial: es un reflejo de las dinámicas políticas, económicas y geopolíticas que atraviesan América Latina y su relación con potencias globales. La historia recién comienza y su desenlace dependerá de cómo cada actor maneje las tensiones internas y externas que este pacto ha puesto en juego.
“El acuerdo crea las condiciones para aumentar las inversiones de EE UU en Argentina e incluye una reducción de tarifas para industrias claves aumentando el comercio bilateral entre ambos países”, señaló el canciller argentino Pablo Quirno, mientras que desde la Casa Blanca se destacó que “Estados Unidos puede considerar positivamente el efecto que el acuerdo tiene sobre la seguridad nacional”, un guiño a la complejidad estratégica que subyace en este vínculo.
Este es un capítulo que merece ser seguido con atención, lejos de la vorágine informativa inmediata, para comprender sus consecuencias reales y las narrativas que se irán construyendo en los próximos meses.