
El 23 de septiembre de 2025, una reunión del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas destinada a abordar la situación en la Franja de Gaza se vio marcada por una ausencia que no pasó desapercibida. Israel decidió no participar en esta sesión, alegando que coincidía con el Rosh Hashaná, el Año Nuevo Judío. Este hecho, lejos de ser un simple tema de calendario, se convirtió en un símbolo de la profunda fractura diplomática que rodea el conflicto en Gaza.
Desde la perspectiva israelí, representada por su embajador ante la ONU, Danny Danon, la convocatoria de la reunión en una festividad sagrada fue interpretada como una provocación y una muestra de la "hipocresía de la ONU". En sus palabras, "una discusión sesgada en una festividad judía es una nueva prueba de la hipocresía de la ONU". Este argumento se inscribe en un contexto de creciente tensión entre Israel y el organismo internacional, marcado por críticas recurrentes a las acciones militares israelíes en los territorios palestinos.
Para el bloque palestino y sus aliados internacionales, la ausencia israelí fue vista como un intento de eludir la responsabilidad y evitar un escrutinio que podría cuestionar la ofensiva militar en Gaza. La ofensiva, iniciada tras los ataques del 7 de octubre de 2023, ha dejado más de 65.300 palestinos muertos y cerca de 167.000 heridos, según autoridades gazatíes. Naciones Unidas y diversas ONG han denunciado las condiciones humanitarias críticas, incluyendo la destrucción masiva de infraestructura y el bloqueo de ayuda esencial.
En el terreno diplomático, esta ausencia profundiza la división entre quienes buscan una resolución negociada y quienes priorizan la defensa incondicional de las acciones israelíes. Desde América Latina, algunos gobiernos han expresado preocupación por la escalada y la falta de diálogo efectivo, mientras que otros han respaldado el derecho de Israel a defenderse, reflejando la polarización global del conflicto.
Ciudadanos y organizaciones sociales en Chile y la región observan con inquietud cómo estos episodios alimentan la desconfianza hacia los organismos multilaterales y complican la búsqueda de soluciones sostenibles. La coincidencia entre una festividad religiosa y una crisis humanitaria pone en evidencia las dificultades de armonizar el respeto cultural con la urgencia política.
En definitiva, la ausencia de Israel en esta reunión no solo fue un acto protocolar, sino un gesto cargado de significado que expone la complejidad del conflicto y la fragilidad del sistema diplomático internacional. La tragedia humanitaria continúa su curso, mientras las partes enfrentan no solo un combate en Gaza, sino una batalla por la narrativa y la legitimidad en el escenario global.
Este episodio confirma que, más allá de las fechas y las festividades, las heridas abiertas en Gaza demandan una atención que trascienda las disputas simbólicas y se enfoque en soluciones concretas y humanitarias.