
Chile ha vivido un año marcado por la actividad sísmica en su extremo austral y territorio antártico, con tres movimientos telúricos de magnitudes entre 7,6 y 7,8 que pusieron en alerta a las autoridades y a la ciudadanía.
El primero de estos eventos ocurrió el 21 de agosto, cuando un sismo de magnitud 7,6 sacudió el Mar de Drake, a 259 kilómetros al noroeste de la Base Frei, la mayor instalación chilena en la Antártica. Este terremoto activó una alerta de tsunami para el territorio antártico chileno, que fue cancelada unas dos horas después tras análisis detallados del Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada (SHOA) y el Servicio Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres (Senapred).
El 10 de octubre, un nuevo sismo de magnitud 7,8 se registró 262 kilómetros al noroeste de la Base Frei, en el Paso Drake. De inmediato, se declaró alerta roja para la comuna de Cabo de Hornos y se solicitó a la población antártica alejarse de las zonas costeras. Sin embargo, horas más tarde, el SHOA canceló la amenaza de tsunami para todas las costas chilenas, confirmando que las características del sismo no reunían las condiciones para generar un tren de olas destructivo.
En paralelo, durante el año se reportaron otros sismos menores en el Pacífico y en regiones continentales, ninguno con potencial tsunami confirmado.
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La reacción oficial fue rápida y coordinada: el SHOA y Senapred activaron protocolos de alerta, enviaron mensajes de emergencia (SAE) y establecieron estados de precaución para las bases antárticas y la comuna de Cabo de Hornos. El Presidente Gabriel Boric destacó en redes sociales que "estamos alertas y al cuidado de nuestra gente en la Antártica".
“Las bases tienen puntos de evacuación y protocolos claros para estos casos, con dotaciones pequeñas y preparadas”, explicó Jorge Flies, gobernador de Magallanes y Antártica Chilena, en diálogo con medios.
No obstante, la sucesión de alertas que luego se desactivaron generó críticas y cuestionamientos desde distintos sectores. Algunos ciudadanos y expertos en gestión de riesgos señalaron que la comunicación oficial podría generar ansiedad innecesaria y confusión, especialmente en un territorio tan remoto y con poca población.
“Es fundamental mantener un equilibrio entre la precaución y evitar el alarmismo que puede afectar la percepción pública y la confianza en las instituciones”, afirmó un académico experto en desastres naturales de la Universidad de Chile.
Por otro lado, organizaciones sociales y comunidades locales de Magallanes valoraron la transparencia y el esfuerzo por mantener informada a la población, destacando que la historia sísmica de la región obliga a estar preparados para escenarios peores.
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Chile es un país acostumbrado a la actividad sísmica, pero la concentración de eventos de gran magnitud en la Antártica durante 2025 es un fenómeno que ha captado la atención de científicos y autoridades. Los expertos atribuyen esta recurrencia a la dinámica tectónica particular de la zona, donde la placa de Nazca interactúa con la Antártica y Sudamérica.
“La mejora en la red de sensores y capacidades satelitales permite detectar y medir con mayor precisión estos sismos, que antes podían pasar desapercibidos o ser subestimados”, explica un sismólogo del Centro Sismológico Nacional.
En términos prácticos, la serie de alertas y cancelaciones ha servido para poner a prueba los protocolos de emergencia, la coordinación institucional y la capacidad de respuesta en un territorio con desafíos logísticos y humanos únicos.
Sin embargo, la experiencia también deja lecciones sobre la necesidad de perfeccionar la comunicación pública para evitar la fatiga informativa y la desconfianza, especialmente en regiones aisladas.
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Los sismos antárticos de 2025, aunque de alta magnitud, no generaron tsunamis que afectaran las costas continentales de Chile. Las autoridades actuaron con rapidez y prudencia, activando y cancelando alertas conforme a la información científica disponible.
La experiencia revela una tensión natural entre la necesidad de alertar y proteger a la población y el riesgo de provocar alarma social innecesaria. La mejora constante en la comunicación de riesgos y la educación ciudadana son claves para enfrentar esta disonancia.
Finalmente, la serie de eventos reafirma la importancia de la Antártica chilena como un territorio sensible y estratégico, que requiere inversiones continuas en monitoreo, infraestructura y protocolos de emergencia para salvaguardar a quienes habitan y trabajan en ese extremo del país.