
El 22 de septiembre de 2025, en el marco de la 80ª Asamblea General de Naciones Unidas, el Presidente Gabriel Boric realizó su última intervención ante el pleno de la ONU acompañado por una invitada especial: la expresidenta Michelle Bachelet. Este gesto, que a simple vista puede parecer un acto protocolar, se inscribe en un complejo juego político y diplomático que ha ido madurando durante meses.
La invitación directa de Boric a Bachelet no solo fue un reconocimiento a su trayectoria, sino también un movimiento estratégico en un contexto donde la expresidenta evalúa una candidatura para suceder a António Guterres en la Secretaría General de la ONU. Aunque Bachelet aún no ha confirmado públicamente sus intenciones, la presencia en Nueva York y la cercanía con el mandatario chileno alimentan las especulaciones.
Desde el oficialismo, este encuentro fue interpretado como un respaldo implícito, mientras que sectores más críticos observan con cautela el posible desgaste político que podría implicar para Boric, quien enfrenta presiones internas y externas. “Es una señal de continuidad en la defensa de la democracia y los derechos humanos, pero también un mensaje a la comunidad internacional sobre el peso de Chile en los asuntos globales”, comentó un analista político consultado.
Por otro lado, la oposición y ciertos medios regionales recordaron que la candidatura de Bachelet se ve complicada por la competencia de figuras como la costarricense Rebeca Grynspan y el poder de veto de miembros permanentes del Consejo de Seguridad, en particular Estados Unidos. Una fuente diplomática señaló que “la política internacional no solo depende de méritos, sino también de alianzas y equilibrios geopolíticos que Chile debe navegar con cuidado”.
La agenda de Boric en la ONU, más allá de esta interacción, estuvo marcada por la defensa de la democracia, el multilateralismo y el libre comercio, como reiteró el canciller Alberto van Klaveren. Además, el mandatario encabezó la segunda edición de la reunión de alto nivel “En defensa de la democracia. Luchando contra el extremismo”, junto a líderes de Brasil y España, consolidando un bloque progresista que busca enfrentar desafíos comunes.
Este episodio no solo refleja la dinámica interna del oficialismo chileno, sino que también pone en evidencia las tensiones entre la política doméstica y la proyección internacional. La figura de Bachelet, con su legado y controversias, sigue siendo un imán de debates que trascienden las fronteras nacionales.
En conclusión, el encuentro entre Boric y Bachelet en la ONU es un símbolo cargado de significados múltiples: una muestra de unidad en la izquierda chilena, un movimiento táctico en la arena global y una señal de los desafíos que enfrenta Chile para posicionarse en un mundo cada vez más fragmentado y complejo. Los hechos confirman que la política internacional chilena está en un punto de inflexión, donde las alianzas personales y las estrategias diplomáticas se juegan en escenarios tan visibles como la Asamblea General de la ONU.
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