
En el complejo tablero electoral que se ha ido configurando durante los últimos meses, Jeannette Jara conserva la primera posición en las encuestas para la primera vuelta presidencial con un 26%, aunque con una pérdida significativa en el nivel de apoyo decidido desde agosto, según el sondeo Plaza Pública Cadem de septiembre 2025. Este desgaste en la candidata oficialista no solo refleja la fatiga política que vive el oficialismo, sino que también abre un espacio para que otros actores redefinan sus estrategias.
José Antonio Kast, por su parte, ha descendido 6 puntos porcentuales en dos meses, ubicándose en un 24%. Este retroceso evidencia un agotamiento en su capital político, que se traduce en una derecha fragmentada y en búsqueda de nuevos referentes. En contraste, Evelyn Matthei, con un 16%, se consolida como la tercera fuerza, pero más relevante aún es que presenta el menor nivel de rechazo entre los candidatos presidenciales, con un 41%, un dato que la posiciona como una opción viable para sectores que buscan alternativas menos polarizantes.
Este escenario electoral no está exento de tensiones y contradicciones. Desde la izquierda, voces críticas apuntan a que la caída en la intención de voto de Jara refleja una desconexión con las demandas sociales que persisten desde el estallido de 2019. "El oficialismo debe replantear su relato y sus propuestas para no perder legitimidad frente a una ciudadanía que exige cambios profundos", advierte un analista político cercano a movimientos sociales.
En la derecha, mientras algunos sectores reconocen la necesidad de renovar liderazgos, otros insisten en mantener la línea discursiva que ha marcado a Kast, argumentando que la caída es un fenómeno temporal y que la base electoral se mantendrá firme. "La fuerza del cambio no se negocia, y aunque haya altibajos, el electorado conservador está movilizado", señala un dirigente del Partido Republicano.
Por su parte, Matthei capitaliza su perfil de candidata moderada y pragmática, buscando atraer a votantes desencantados tanto del oficialismo como de la derecha más dura. Su bajo nivel de rechazo, comparado con sus competidores, le otorga una ventaja estratégica en una elección que se anticipa fragmentada.
Este escenario también se refleja en las percepciones sobre quién será el próximo presidente. El 37% de los encuestados cree que Kast ganará, mientras un 29% apuesta por Jara. Esta discrepancia entre intención de voto y expectativas revela un clima de incertidumbre y volatilidad electoral.
Los slogans de campaña también ofrecen pistas sobre las narrativas que cada candidatura intenta instalar. "Un Chile que cumple", de Jara, lidera con un 22%, seguido por "La fuerza del cambio", de Kast, con un 19%. Curiosamente, el slogan de Harold Mayne-Nicholls, "Devolverle el alma a Chile", es el más valorado en términos generales, aunque su candidatura permanece en un 5%.
Finalmente, la gestión presidencial de Gabriel Boric, con un 31% de aprobación y un 61% de desaprobación, sigue siendo un factor que condiciona el ánimo electoral y la percepción del oficialismo, sin cambios significativos en las últimas semanas.
Este cuadro invita a reflexionar sobre las consecuencias que tendrá esta dinámica en la estabilidad política y social del país. La fragmentación del voto, el desgaste de los liderazgos tradicionales y la emergencia de perfiles menos polarizantes configuran un escenario incierto, donde la capacidad de los candidatos para conectar con demandas ciudadanas y articular propuestas creíbles será decisiva.
En definitiva, el pulso presidencial chileno de 2025 se juega en un terreno donde la fatiga política y la búsqueda de nuevas alternativas conviven con la persistencia de viejas heridas y tensiones. La pregunta que queda abierta es si este proceso permitirá superar la polarización o si, por el contrario, profundizará las divisiones que han marcado la última década.