
Un giro inesperado en la contienda presidencial chilena ha comenzado a tomar forma en las últimas semanas. El 21 de septiembre de 2025, la encuesta Plaza Pública Cadem mostró a Gabriel Jara liderando la primera vuelta con un 26%, mientras José Antonio Kast caía a un 24%, perdiendo 6 puntos en dos meses. Este cambio refleja un escenario dinámico, donde las fuerzas políticas tradicionales y emergentes se disputan no solo votos, sino también la narrativa del país.
Desde la derecha hasta la izquierda, el mapa político se ha fragmentado en múltiples voces y expectativas. Los sectores oficialistas observan con cautela el ascenso de Jara, interpretándolo como una señal de rechazo a las propuestas conservadoras que Kast representa. Mientras tanto, en la derecha, la caída del exdiputado y líder republicano ha generado debates internos sobre la estrategia y el mensaje que han llevado a la pérdida de terreno.
“Este retroceso no es solo un tema de números, sino de percepción pública y capacidad de conectar con las demandas ciudadanas,” señala un analista político consultado para este informe.
Los datos también revelan un fenómeno complejo: aunque Jara lidera, su nivel de rechazo entre los votantes es considerable, aunque menor que el de sus competidores. El 60% de los encuestados afirma que no votaría por Jara, mientras que Kast alcanza un 50% de rechazo y Evelyn Matthei un 41%. Esto pone en evidencia un electorado fragmentado y en busca de alternativas que aún no terminan de consolidarse.
La expectativa de quién será el próximo presidente también muestra una brecha: el 37% cree que Kast ganará, mientras que Jara alcanza un 29%. Esta discrepancia entre intención de voto y expectativas revela un clima de incertidumbre y volatilidad.
En regiones tradicionalmente conservadoras, la caída de Kast ha sido recibida con preocupación por parte de sus seguidores, quienes temen un viraje hacia políticas más progresistas. En contraste, sectores urbanos y jóvenes ven en Jara una oportunidad para un cambio más profundo.
“La política chilena está en un momento de redefinición, y eso se refleja en la diversidad de opiniones y en la incertidumbre electoral,” comenta una académica de ciencias políticas.
Esta disputa electoral no solo es un reflejo de preferencias momentáneas, sino que evidencia una transformación en el tejido social y político chileno. Los altos niveles de rechazo a los candidatos principales sugieren que la ciudadanía demanda propuestas más inclusivas y que respondan a las demandas sociales post-plebiscito constitucional.
Además, la fragmentación del voto y la volatilidad en las encuestas anticipan una segunda vuelta cargada de incertidumbres y posibles alianzas inesperadas.
En definitiva, la carrera presidencial chilena en 2025 no es solo una contienda por el poder, sino un reflejo de las tensiones y esperanzas de un país que busca definirse en un contexto de cambios profundos. El desafío para los candidatos será no solo conquistar votos, sino construir relatos que permitan a Chile avanzar más allá de la polarización y el desencanto.
2025-11-11