
El desafío de gobernar Chile no es solo una cuestión de votos, sino de sostener una narrativa y un liderazgo que hoy parecen resquebrajarse. Desde su sorpresivo triunfo en las primarias en septiembre de 2025, Jeannette Jara ha transitado un camino lleno de obstáculos que han puesto a prueba su temple y su capacidad política.
La candidata, exministra del Trabajo y Previsión Social, asumió la representación de un gobierno con una desaprobación histórica, y el peso de una coalición oficialista fragmentada. En un acto simbólico y estratégico en Pedro Aguirre Cerda, Jara buscó mostrar unidad junto a figuras que habían sido sus rivales en la primaria, como Carolina Tohá y Gonzalo Winter, pero la ausencia de líderes clave del Partido Comunista, como Lautaro Carmona y Bárbara Figueroa, evidenció un quiebre profundo dentro de su propio partido.
El primer debate presidencial del 10 de septiembre marcó un punto bajo en la campaña de Jara, donde fue percibida como sobrepasada y poco preparada frente a sus contrincantes. La candidata misma reconoció su mal desempeño, pero se mostró determinada a no ceder terreno. Su gira por 16 regiones del país buscó recomponer lazos con la ciudadanía, especialmente con líderes sociales no militantes, para recoger demandas y mostrar un rostro cercano y comprometido.
Sin embargo, las críticas no solo vienen desde fuera. El propio Partido Comunista, bajo la dirección de Carmona y con la influencia de Daniel Jadue, ha visto en Jara una amenaza a la línea más radical del partido, generando tensiones que la candidata ha calificado de irreparables. Esta fractura interna se suma a la desilusión expresada por sectores del Socialismo Democrático y la ex Concertación, que apostaban por otras figuras como Tohá.
Jara ha debido enfrentar cuestionamientos sobre su idoneidad para gobernar, en parte por su gestión como ministra y por la coyuntura económica y social adversa que atraviesa el país. La inseguridad, el aumento del desempleo y las listas de espera en salud pública son los temas que más pesan en la percepción ciudadana y que han sido utilizados por la oposición para debilitar su imagen.
En su entorno, la candidata se ha rodeado de un círculo estrecho de confianza, evitando cambios drásticos en su equipo de campaña pese a la presión para incorporar figuras que podrían ampliar su base electoral. La ministra Camila Vallejo y el ministro Nicolás Cataldo son nombres que aparecieron en el radar, pero fueron descartados para no eclipsar la candidatura.
“Necesitamos que su mensaje pueda socializarse con la mayor amplitud (...) Los partidos, junto con colaborar, porque somos necesarios para el despliegue, no somos suficientes”, ha señalado Lautaro Carmona, reflejando la tensión entre la necesidad de unidad y las diferencias internas.
Con la presentación de un nuevo programa de gobierno prevista para noviembre, Jara busca cerrar uno de los flancos más vulnerables de su candidatura. La plataforma promete algunas sorpresas, pero sus cercanos advierten que no habrá grandes guiños al centro hasta la cercanía de la primera vuelta, programada para el 16 de noviembre.
La campaña se juega en un escenario donde la desconfianza ciudadana y la fragmentación política se entrelazan, dejando a la candidata en la encrucijada de mantener su esencia y, al mismo tiempo, ampliar su base de apoyo. La tensión entre mantenerse fiel a sus raíces comunistas y la necesidad de conquistar el centro político es el drama que se despliega ante los ojos de un electorado fatigado y expectante.
Este episodio político revela varias verdades que ya no pueden soslayarse: el desgaste del oficialismo es profundo y se refleja no solo en las encuestas, sino en las fracturas internas que debilitan la cohesión necesaria para gobernar. La figura de Jeannette Jara encarna ese dilema, pues su ascenso fue inesperado y su consolidación aún está en construcción.
La campaña presidencial chilena en 2025 no es solo una contienda electoral, sino un espejo de las tensiones sociales y políticas que atraviesan el país. La capacidad de Jara para navegar estas aguas turbulentas dependerá tanto de su habilidad para gestionar las divisiones internas como de su capacidad para conectar con un electorado que demanda certezas y soluciones concretas.
En definitiva, la historia de Jeannette Jara es la de una candidata que enfrenta la tragedia de un liderazgo fracturado, en un escenario donde las fuerzas que la impulsaron también la desafían, y donde el éxito o fracaso de su campaña tendrá consecuencias que trascienden lo electoral para definir el rumbo político de Chile en los próximos años.