
Un fenómeno que no se ve en un día. Así podría definirse la irrupción de una nueva camada de músicos chilenos que, desde mediados de 2025, ha sacudido la escena nacional con propuestas que mezclan raíces folclóricas, sonidos urbanos y experimentaciones electrónicas. El 20 de septiembre de 2025, Cooperativa.cl publicó un reportaje sobre artistas emergentes como Elizabeth Morris, Playa Colérica, Cronn, Zentinela y Evelyn Cornejo. Más de un mes después, la conversación va mucho más allá de la novedad: se ha convertido en un debate cultural que enfrenta visiones encontradas sobre lo que debe ser la música chilena y su papel en la identidad nacional.
Por un lado, hay quienes celebran esta diversidad como un reflejo auténtico de la sociedad contemporánea, donde la mezcla de estilos y la experimentación son signos de vitalidad artística. El musicólogo Felipe Durán señala que “estas nuevas sonoridades representan una ruptura necesaria con el folclorismo rígido y la homogeneidad que dominó la escena en décadas anteriores”. Desde esta perspectiva, artistas como Elizabeth Morris con su canción "Hojita de coca" o Cronn con "Reglas de permanencia" no sólo innovan musicalmente, sino que también aportan a la pluralidad cultural.
Sin embargo, no faltan las voces críticas que advierten sobre los riesgos de esta fragmentación. La cantante tradicionalista Rosa Paredes advierte que “la música chilena está perdiendo su esencia, diluida en modas pasajeras y sin un compromiso claro con las raíces que nos definen”. Este sector teme que la búsqueda de lo novedoso termine dejando de lado la memoria colectiva y la transmisión de valores culturales fundamentales.
En términos económicos y de mercado, la irrupción de estos nuevos sonidos también ha generado cambios palpables. Sellos independientes y plataformas digitales han impulsado a estos artistas, pero la industria tradicional se muestra cautelosa. Según datos de la Asociación de Productores Musicales, las ventas de música digital de estos artistas crecieron un 35% en el último trimestre, mientras que los formatos físicos siguen en declive. Esto refleja una transformación en cómo se consume música y quiénes son los protagonistas.
Regionalmente, la recepción varía. En zonas como el Biobío y La Araucanía, donde Playa Colérica y Evelyn Cornejo tienen un arraigo más fuerte, la música es vista como una herramienta de reivindicación cultural y social. En Santiago, en cambio, el debate se centra más en la innovación y el mercado.
Finalmente, esta historia no concluye con una verdad única. Lo que está claro es que la música chilena vive un momento de tensión entre tradición y modernidad, entre identidad y globalización. La escena actual desafía a artistas, audiencias y críticos a repensar qué significa ser chileno en el arte sonoro. El coliseo está abierto, y los protagonistas luchan por conquistar el favor del público, mientras los espectadores —nosotros— asistimos a un espectáculo que, más que un simple entretenimiento, es un espejo de nuestra sociedad cambiante.