
Chile enfrenta una semana marcada por fenómenos climáticos extremos que han tensionado a regiones desde el norte hasta el sur del país. Desde el lunes 17 de noviembre, cinco regiones – Coquimbo, Valparaíso, Metropolitana, O’Higgins y Maule – sufrieron una ola de calor que alcanzó hasta 36° C en algunas zonas precordilleranas. Este evento, causado por un 'dorsal en altura', generó no solo incomodidad, sino también un aumento en el riesgo de incendios forestales y afectaciones a la salud pública.
En paralelo, la comuna de La Estrella, en la Región de O’Higgins, vivió una tragedia ambiental que movilizó a bomberos, brigadas y servicios de emergencia. El incendio forestal denominado “Parcelación El Boldal 2” fue declarado en alerta roja el 1 de noviembre, amenazando sectores poblados y poniendo en jaque la capacidad de respuesta local. La magnitud del siniestro expuso las limitaciones en infraestructura y coordinación, generando cuestionamientos desde la ciudadanía y actores políticos sobre la prevención y manejo de desastres.
Al sur, la vulnerabilidad climática se manifestó con alertas tempranas preventivas en La Araucanía y Biobío. Senapred anticipó lluvias intensas y vientos de hasta 50 km/h en La Araucanía, con precipitaciones que podrían alcanzar 30 milímetros, mientras que en Biobío se emitió alerta por posible formación de trombas marinas y fuertes rachas de viento de hasta 60 km/h. Estos fenómenos, aunque esperados, revelan la fragilidad de las zonas costeras y la necesidad de fortalecer sistemas de alerta y preparación comunitaria.
Las voces se dividen en medio de este escenario. Desde el gobierno, se enfatiza en la coordinación interinstitucional y la movilización de recursos para enfrentar las emergencias. “Estamos desplegando todos los medios disponibles para proteger a las comunidades y mitigar los efectos de estos eventos climáticos”, afirmó un vocero oficial. Sin embargo, organizaciones ambientalistas y vecinos critican la falta de políticas preventivas a largo plazo y la insuficiente inversión en infraestructura resiliente.
En el plano social, el impacto es palpable. Comunidades rurales y urbanas han reportado problemas de salud vinculados a las altas temperaturas y la contaminación producto de incendios, mientras que sectores costeros enfrentan la incertidumbre ante fenómenos meteorológicos extremos. “No podemos seguir reaccionando solo cuando la tragedia ocurre, necesitamos un cambio en la gestión del riesgo”, reclama un dirigente vecinal de La Estrella.
Históricamente, Chile ha sido un país expuesto a desastres naturales, pero la convergencia de olas de calor, incendios y fenómenos meteorológicos adversos en este corto período evidencia un agravamiento del contexto climático. Estudios recientes confirman que el aumento de temperaturas y la irregularidad en los patrones de lluvia están vinculados al cambio climático global, lo que obliga a repensar las estrategias nacionales y regionales de adaptación.
En conclusión, los eventos ocurridos entre octubre y noviembre de 2025 muestran un país enfrentado a múltiples desafíos climáticos simultáneos, con respuestas que aún deben superar la prueba de la eficiencia y la equidad. La tensión entre la urgencia de la acción inmediata y la necesidad de políticas estructurales se mantiene como el gran debate, con consecuencias directas para la calidad de vida y la seguridad de millones de chilenos.
Este episodio invita a un análisis profundo y plural, donde las distintas perspectivas – desde la política, la sociedad civil y el conocimiento científico – convergen para trazar un camino hacia la resiliencia y la justicia ambiental en Chile.
2025-11-01