
Quince años después de aquella mañana fatídica en Bethesda, Maryland, la justicia estadounidense ha dictado un veredicto que cierra uno de los casos más complejos y prolongados de su historia reciente. El 25 de octubre de 2010, Sue Ann Marcum, profesora de contabilidad de 52 años en la American University, fue encontrada muerta en su casa, víctima de un brutal asesinato. Lo que en un principio pareció un robo que salió mal, terminó siendo un entramado de engaños, doble vida y traiciones que mantuvo en vilo a las autoridades durante más de una década.
El pasado 30 de octubre de 2025, un jurado en Maryland declaró culpable a Jorge Rueda Landeros, un instructor de yoga de 56 años, por el asesinato en segundo grado de Marcum. Pero la historia que condujo a esta condena es mucho más compleja que un simple crimen pasional.
Landeros, quien mantuvo una relación sentimental y de negocios con Marcum, desapareció tras el crimen y vivió durante más de diez años en Guadalajara, México, bajo la identidad falsa de León Ferrara, instructor de yoga y poeta. “Conozco a León Ferrara, pero no tengo idea de quién es Jorge Rueda Landeros”, confesó un amigo cercano, reflejando la disonancia entre la imagen pública y la realidad oculta.
Mientras tanto, en Estados Unidos, la investigación avanzaba lentamente. La escena del crimen presentaba signos de una pelea violenta: traumatismo en la cabeza, marcas de estrangulamiento, pero sin el típico despojo de objetos valiosos, excepto por la desaparición del Jeep Cherokee de Marcum, que fue robado por un tercero sin relación con el asesinato. El ADN de Landeros apareció en el arma homicida y en la escena, y se descubrió que era el único beneficiario de una póliza de seguro de vida por 500.000 dólares.
Durante el juicio, que duró ocho días, la Fiscalía presentó la tesis de que Landeros abusó de la confianza de Marcum para apropiarse de su dinero y la asesinó cuando ya no pudo seguir explotándola. “La pelea comenzó en el nivel principal de la casa, ella intentó escapar, tropezó en las escaleras y fue arrinconada, golpeada y ahorcada”, relató la fiscal Debbie Feinstein.
En contraste, la defensa sostuvo que la investigación fue deficiente y que se omitieron pruebas relevantes, sugiriendo que el joven que robó el Jeep podría haber tenido un papel en el crimen. Landeros, por su parte, se declaró inocente del asesinato, aunque admitió errores en su vida.
Quienes conocieron a Marcum la recuerdan como una profesional dedicada y una persona cercana, que confiaba plenamente en Landeros. “Ella hubiera hecho cualquier cosa por él”, afirmó un colega. Sin embargo, los documentos y correos electrónicos presentados muestran una relación marcada por tensiones financieras y una explotación progresiva del patrimonio de Marcum.
Para Landeros, la vida en Guadalajara como Ferrara era un refugio donde pudo mantener una existencia sencilla y alejada del dinero, pero también una huida de la justicia estadounidense. Su captura en 2022 fue resultado de una colaboración internacional y una pista inesperada de un espectador que reconoció al fugitivo.
El veredicto unánime del jurado, que no consideró asesinato en primer grado por falta de pruebas de premeditación, marca el fin de un proceso judicial que evidenció las complejidades de un crimen que cruzó fronteras y roles sociales. La sentencia se espera para febrero de 2026, con una pena máxima de 30 años.
Este caso revela cómo la confianza puede ser manipulada para fines oscuros y cómo la justicia, aunque tardía, puede abrir heridas y cerrar capítulos. Al mismo tiempo, expone las dificultades de las investigaciones transnacionales y los retos que enfrentan las víctimas para encontrar verdad y reparación.
La historia de Sue Marcum es una tragedia que trasciende el crimen individual: es un recordatorio de la fragilidad humana, la complejidad de las relaciones y la persistencia de la búsqueda de justicia en un mundo interconectado y desigual.
Fuentes consultadas incluyen reportajes de EL PAÍS México, documentos judiciales, declaraciones de la Fiscalía y testimonios de familiares y amigos.