
Desde que el conflicto en Gaza escaló a niveles inéditos en 2025, la comunidad internacional ha intentado sin éxito imponer un alto el fuego que detenga la violencia y alivie la crisis humanitaria. El 18 de septiembre, Estados Unidos vetó por sexta vez una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que pedía un cese inmediato de hostilidades, la liberación de rehenes por parte de Hamás y la entrada sin restricciones de ayuda humanitaria en Gaza. Esta acción no es un hecho aislado, sino parte de una estrategia consistente que refleja profundas divisiones políticas y estratégicas en el escenario global.
El documento vetado, apoyado por 14 miembros del Consejo de Seguridad, fue impulsado por diez países no permanentes que buscaban un consenso mínimo para detener el derramamiento de sangre. Sin embargo, EE.UU. argumentó que la resolución "no condena a Hamás ni reconoce el derecho de Israel a defenderse", según la representante estadounidense Morgan Ortagus. Para Washington, la responsabilidad del conflicto recae exclusivamente en Hamás, y cualquier solución debe pasar por la liberación de los rehenes y la renuncia a las armas por parte de este grupo.
Por otro lado, voces de la comunidad internacional, incluidos miembros permanentes como Rusia, China y Francia, junto a países no permanentes, han expresado preocupación por la escalada de violencia y la crisis humanitaria que atraviesa la Franja. Desde el inicio de la operación terrestre israelí en Gaza en septiembre, se reportan más de 65.000 muertos y 1,6 millones de personas enfrentan inseguridad alimentaria crítica, con un bloqueo que limita severamente la entrada de ayuda. Organizaciones humanitarias internacionales y expertos en seguridad alimentaria han alertado sobre una catástrofe humanitaria inminente.
En el terreno político, esta dinámica ha generado una fractura profunda. Desde la perspectiva israelí y sus aliados, cualquier resolución que no incluya una condena explícita a Hamás y que no reconozca el derecho a la autodefensa es inaceptable y podría legitimar a grupos considerados terroristas. En contraste, países y organizaciones que priorizan la protección de civiles y la solución diplomática consideran que el veto estadounidense perpetúa la guerra y el sufrimiento en Gaza.
Las voces ciudadanas en distintas regiones del mundo reflejan esta polarización. En Chile, por ejemplo, manifestaciones tanto de apoyo a la causa palestina como a la seguridad israelí han marcado el debate público, evidenciando la complejidad y sensibilidad del tema en la opinión pública.
A más de dos meses de estos vetos y bloqueos, la realidad en Gaza es la de una tragedia humanitaria sin señales claras de solución. El Consejo de Seguridad, paralizado por los vetos, no logra cumplir con su mandato de mantener la paz y seguridad internacionales. Mientras tanto, la población civil continúa sufriendo las consecuencias de un conflicto que parece no encontrar tregua.
En conclusión, el sexto veto de EE.UU. a una resolución de alto el fuego en Gaza no solo refleja la persistente división política global, sino que también evidencia la dificultad de encontrar un terreno común en un conflicto que combina elementos de seguridad, derechos humanos y geopolítica. Las consecuencias inmediatas son claras: una prolongación de la guerra, un agravamiento de la crisis humanitaria y un debilitamiento del sistema multilateral. La tragedia se sigue desarrollando ante la mirada del mundo, mientras los actores principales se mantienen firmes en sus posiciones, dejando a millones atrapados en medio de un coliseo donde la esperanza de paz parece cada vez más lejana.
Fuentes consultadas incluyen Cooperativa.cl, informes de la ONU, y análisis de expertos en seguridad internacional y derechos humanos.
2025-10-17
2025-10-17