
Un silencio impuesto desde el cielo: así se podría describir la situación que enfrenta la Franja de Gaza desde septiembre de este año, cuando las telecomunicaciones fueron cortadas en medio de una escalada bélica protagonizada por Israel. El 17 de septiembre de 2025, la Compañía Palestina de Telecomunicaciones (Paltel) confirmó la interrupción total de servicios telefónicos e internet en la región, especialmente en el norte de Gaza. Esta medida, lejos de ser un hecho aislado, se inscribe en una política sistemática que busca aislar a la población de la comunidad internacional y obstaculizar la asistencia humanitaria.
El contexto es una ofensiva militar israelí que, tras días de bombardeos intensos, ordenó la evacuación inmediata de la Ciudad de Gaza. Avichay Adraee, portavoz de las Fuerzas de Defensa de Israel, advirtió que los ataques se intensificarían, lo que generó un éxodo forzado y una crisis humanitaria en aumento.
Desde distintas orillas, la narrativa se fragmenta y se polariza. Organizaciones internacionales como Amnistía Internacional, Human Rights Watch y Physicians for Human Rights han documentado violaciones que califican como genocidio, señalando ataques indiscriminados contra civiles, torturas, violencia sexual y bloqueos de acceso a bienes esenciales. La Asociación Internacional de Expertos sobre Genocidio (IAGS) acusó a Israel de crímenes de guerra y lesa humanidad, señalando que el corte de comunicaciones es un instrumento central para imponer aislamiento y confusión.
Por otro lado, fuentes oficiales israelíes justifican las acciones como necesarias para neutralizar amenazas y proteger a su población, argumentando que la ofensiva busca desmantelar infraestructuras de grupos armados dentro de Gaza. Sin embargo, el costo humano y social de esta estrategia es innegable.
En el terreno, la población gazatí vive una lucha diaria por sobrevivir. La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina (UNRWA) describió la situación como “una lucha constante, sin lugares seguros y con acceso restringido a suministros básicos”. La falta de internet y telefonía no solo limita la comunicación con el exterior, sino que también dificulta la coordinación de ayuda médica y humanitaria.
Desde la región, voces ciudadanas expresan desesperación y rabia. Familias desplazadas, trabajadores humanitarios y periodistas enfrentan una doble tragedia: la violencia directa y el silencio impuesto que invisibiliza su sufrimiento.
Este escenario, lejos de resolverse, ha generado un debate global sobre la legalidad y la ética de las tácticas empleadas. Mientras algunos gobiernos apoyan la defensa israelí, otros llaman a un alto al fuego inmediato y a la protección de los derechos humanos.
En los últimos 23 meses, según el Monitor Euromediterráneo de Derechos Humanos, se han registrado 12 interrupciones deliberadas en las comunicaciones de Gaza vinculadas a operaciones militares israelíes, evidenciando un patrón que trasciende el conflicto actual.
La historia no termina en Gaza. Este episodio revela la complejidad de un conflicto que combina guerra, política, derechos humanos y tecnología, donde el control de la información se convierte en un arma más. La incomunicación forzada no solo profundiza la crisis humanitaria, sino que también desafía a la comunidad internacional a repensar sus mecanismos de respuesta y protección.
En definitiva, la tragedia de Gaza, con su silencio impuesto y sufrimiento visible, obliga a cuestionar las verdades oficiales, a escuchar las múltiples voces y a comprender que detrás de cada corte de señal hay vidas humanas que claman por ser vistas y escuchadas.