
Un estallido global de la Generación Z ha sacudido gobiernos en Asia y África durante los últimos meses, con Nepal y Madagascar como epicentros de un fenómeno que trasciende fronteras y formatos tradicionales de protesta. En Nepal, en septiembre de 2025, la presión juvenil digital coordinada en Discord, TikTok y otras redes sociales desencadenó masivas manifestaciones que culminaron con la renuncia del primer ministro KP Sharma Oli y la designación de Sushila Karki como primera ministra interina. Paralelamente, en Madagascar, el presidente Andry Rajoelina huyó del país tras semanas de protestas juveniles que contaron incluso con el apoyo de una unidad militar élite, forzando un cambio de poder y la disolución del Parlamento.
Los jóvenes activistas, conocidos como Generación Z (nacidos entre 1997 y 2012), han encontrado en plataformas digitales como Discord un espacio para organizarse, compartir información y coordinar acciones en tiempo real. En Nepal, el servidor "Jóvenes contra la Corrupción" congregó a más de 150,000 miembros, facilitando desde guías de protesta pacífica hasta la coordinación de rescates y donaciones durante la represión.
"Fue un caos organizado. Cientos de personas hablando a la vez, memes volando, transmisiones en vivo desde las calles. Sentías el caos de la ciudad a través de la pantalla", recuerda Nimesh Shrestha, uno de los moderadores de Discord en Nepal.
Esta forma de activismo horizontal, sin líderes visibles y con una fuerte carga emocional, ha sido clave para movilizar a una juventud que se siente excluida de los sistemas políticos tradicionales y que denuncia la corrupción, el nepotismo y la desigualdad.
En Nepal, la protesta fue alimentada por la indignación ante el lujo exhibido por los llamados "nepo kids", hijos de políticos y empresarios que lucen estilos de vida opulentos en contraste con la precariedad de la mayoría. "Los políticos funcionan como mafias, utilizando el Estado para beneficio propio", señala el académico Richard Bownas.
Sin embargo, el movimiento no está exento de tensiones internas y riesgos. La ausencia de liderazgo formal y la apertura de los canales en Discord facilitaron infiltraciones de agentes gubernamentales, trolls y cuentas falsas, que intentaron desestabilizar la coordinación juvenil.
En Madagascar, aunque los manifestantes se declararon pacíficos, la protesta derivó en un enfrentamiento con las fuerzas de seguridad y la intervención de la unidad militar CAPSAT, que se negó a reprimir a los jóvenes y terminó apoyándolos, precipitando la crisis política.
La caída del gobierno nepalí en menos de 48 horas, tras violentas protestas que dejaron 72 muertos, y la huida del presidente malgache tras semanas de movilización, evidencian la capacidad disruptiva de esta nueva generación. La elección de Sushila Karki, expresidenta del Tribunal Supremo, como primera ministra interina en Nepal, fue resultado de una encuesta digital en Discord, una forma inédita de participación política que marca un precedente.
No obstante, la transición es compleja. En Nepal, la fuga masiva de presos tras las protestas ha generado una crisis penitenciaria y un desafío para el orden público. Además, la representatividad del movimiento es cuestionada debido a la brecha digital y la limitada inclusión de sectores rurales y marginados.
En Madagascar, el vacío de poder y la disolución del Parlamento abren un período incierto, mientras que en Perú y Marruecos, protestas similares lideradas por jóvenes muestran que el fenómeno es global y multifacético.
Para Rakshya Bam, activista nepalí y coordinadora del Frente Gen-Z Nepal, "Quizá no lo hayamos cambiado todo, pero transformamos la forma en que la gente imagina lo que es posible". Esta reflexión resuena con la experiencia de miles de jóvenes que, a través de la tecnología y la protesta, desafían regímenes y reclaman un futuro más justo.
Expertos como Sudhamshu Dahal advierten que "el reto ahora es convertir el impulso digital en una gobernanza duradera sin sacrificar la claridad moral que dio fuerza al movimiento" y alertan sobre los riesgos de la vigilancia digital y la cooptación política.
Este fenómeno global de activismo juvenil digitalizado representa una transformación profunda en las formas de participación política y social. La Generación Z no solo utiliza las herramientas tecnológicas para protestar, sino que también redefine las reglas del juego político, evidenciando la crisis de las élites tradicionales y la demanda urgente de transparencia y justicia.
Sin embargo, la volatilidad, la falta de liderazgo consolidado y la fragmentación interna plantean interrogantes sobre la sostenibilidad y el impacto a largo plazo de estas movilizaciones. La historia reciente de Nepal y Madagascar muestra que el cambio inmediato puede ser dramático, pero la construcción de nuevas democracias requiere tiempo, inclusión y capacidad institucional.
En definitiva, la Generación Z ha irrumpido en la escena global con una fuerza inédita, desafiando viejos poderes y proponiendo nuevas formas de hacer política, pero el camino hacia un cambio estructural y duradero aún está por escribirse.