
Un sector histórico al borde del colapso
Desde 2019, la macrozona sur de Chile ha visto desaparecer más del 20% de sus aserraderos, pasando de 957 a 763 establecimientos, según cifras oficiales del Instituto Forestal (Infor). Este fenómeno no es solo una cifra: es la representación palpable de un sector que ha sostenido economías locales y tejido social durante décadas, ahora enfrentado a un declive que amenaza su continuidad.
Víctor Sandoval, presidente regional del gremio de pequeños aserraderos del Biobío, describió la situación con crudeza: “Son empresas con 30, 40 años de historia, que no pueden sostenerse más”. Esta afirmación pone en escena la tragedia de miles de trabajadores y familias que ven cómo un pilar económico regional se desmorona.
Factores estructurales y coyunturales en tensión
El diagnóstico del sector es multidimensional. Por un lado, la falta de modernización tecnológica en las PYMEs madereras limita la productividad y competitividad. Por otro, la escasez de materias primas, producto del déficit en plantaciones y restricciones para acceder a financiamiento para la reforestación, constriñe la capacidad de producción.
Además, el aumento sostenido en los costos de insumos y maquinaria, junto con un mercado nacional e internacional menos dinámico, agravan la crisis. Sin embargo, expertos coinciden en que el problema más profundo radica en la ausencia de una estrategia de largo plazo que permita a las empresas proyectar su desarrollo más allá del ciclo político de cuatro años.
Desde el sector público, algunas voces argumentan que la actual administración ha impulsado iniciativas para facilitar el acceso a créditos y fomentar la innovación tecnológica, aunque reconocen que los resultados aún son incipientes.
Perspectivas encontradas: entre la urgencia y la esperanza
Los actores regionales y nacionales exhiben posturas diversas. Por un lado, sindicatos y gremios alertan sobre la pérdida irreversible de capital social y económico si no se toman medidas urgentes. “Cada aserradero que cierra es un golpe a la identidad y al sustento de nuestras comunidades”, señala una dirigenta sindical del sur.
Por otro lado, algunos economistas y analistas plantean que la crisis podría ser una oportunidad para reorientar el sector hacia modelos más sustentables y tecnificados, que aprovechen el potencial forestal de Chile, que abarca más de 16 millones de hectáreas de bosques, con 2,28 millones en plantaciones comerciales.
Sin embargo, la tensión entre corto y largo plazo persiste. La incertidumbre jurídica y la volatilidad de las políticas públicas desalientan la inversión privada, mientras que las pequeñas empresas luchan por sobrevivir en un mercado cada vez más exigente.
Consecuencias visibles y lecciones para el futuro
La reducción de aserraderos ha significado la pérdida de aproximadamente 3.500 empleos en cinco años, afectando la economía local y el bienestar social. Esta realidad expone la vulnerabilidad de un sector clave para la diversificación productiva del país, especialmente en regiones donde la industria forestal es un motor económico fundamental.
La crisis de los aserraderos en la macrozona sur es, en definitiva, un espejo donde se reflejan las dificultades para articular políticas públicas coherentes, que conjuguen sustentabilidad ambiental, desarrollo económico y justicia social.
En este escenario, la invitación es a observar con atención las propuestas de los actores políticos y empresariales de cara a las próximas elecciones presidenciales, para que el futuro del sector no quede relegado a la incertidumbre, sino que se transforme en un proyecto con visión estratégica y compromiso con las regiones.
El desafío está planteado: ¿será posible revertir la caída y construir un modelo forestal que integre innovación, sustentabilidad y justicia social, o asistiremos a la lenta desaparición de un legado productivo y cultural irremplazable?
2025-11-02