
El pulso entre Estados Unidos y China por TikTok ha entrado en una nueva fase de incertidumbre. El pasado 16 de septiembre de 2025, el expresidente Donald Trump extendió hasta el 16 de diciembre el plazo para que ByteDance, la empresa matriz china de TikTok, concrete la venta de sus operaciones estadounidenses. Esta decisión, que se ha repetido en múltiples ocasiones, no solo evita un cierre abrupto de la popular aplicación, sino que revela la complejidad de un conflicto que supera lo comercial y entra en el terreno de la seguridad nacional y la política internacional.
Desde que entró en vigor en enero de 2025 la ley estadounidense que obliga a ByteDance a vender TikTok en EE.UU., se han sucedido cuatro prórrogas firmadas por Trump, desafiando el espíritu de la legislación y generando dudas sobre la legalidad de estas extensiones.La reciente orden ejecutiva que amplía el plazo hasta diciembre es la última de estas maniobras. Mientras, las negociaciones entre Washington y Beijing han avanzado con altibajos, con un acuerdo marco que incluiría a empresas como Oracle, Silver Lake y Andreessen Horowitz para controlar las operaciones estadounidenses.
Scott Bessent, secretario del Tesoro, señaló que el acuerdo "no se concretaría sin las debidas garantías para la seguridad nacional de Estados Unidos" y que también se han satisfecho los intereses chinos. Sin embargo, la resistencia de Beijing a aprobar la transacción persiste, evidenciando la dificultad de conciliar intereses estratégicos y comerciales.
Desde el ala dura del Congreso estadounidense, la preocupación por la seguridad nacional ha sido el motor principal para exigir la desinversión, argumentando que TikTok podría ser una herramienta de manipulación y espionaje por parte del gobierno chino. Esta visión ha contado con amplio apoyo bipartidista y fue la base para la promulgación de la ley en 2024.
En contraste, Trump ha minimizado consistentemente estos riesgos, calificándolos de "muy sobrevalorados" y destacando la popularidad de TikTok entre votantes jóvenes, que considera un activo político. Su postura ha generado tensiones dentro de su propio partido y entre aliados, evidenciando una disonancia cognitiva entre seguridad nacional y estrategia electoral.
Por su parte, la industria tecnológica y los mercados han reaccionado con cautela pero optimismo. La participación de Oracle, que se beneficiaría con el contrato de servicios en la nube, ha impulsado al alza sus acciones, que acumulan una subida del 85% en 2025. Sin embargo, la incertidumbre política mantiene a inversores y usuarios en un estado de espera.
Para millones de usuarios en EE.UU., TikTok es mucho más que una aplicación: es un espacio cultural, un canal de expresión y una fuente de entretenimiento. La amenaza de un cierre o de un cambio radical en su gestión ha generado ansiedad y debates sobre la soberanía digital y la libertad de acceso a plataformas globales.
Algunos sectores sociales ven en esta disputa un reflejo de la creciente rivalidad entre potencias que impacta directamente en la vida cotidiana, mientras otros cuestionan la eficacia de medidas que parecen más simbólicas que efectivas.
La extensión del plazo hasta diciembre no garantiza un acuerdo definitivo, sino que prolonga un limbo jurídico y político. El caso TikTok se ha convertido en un espejo donde se reflejan las tensiones entre seguridad nacional, intereses económicos y dinámicas electorales, sin que ninguna de estas fuerzas logre imponerse con claridad.
La voluntad de Trump de mantener la aplicación operativa, pese a la ley y al consenso bipartidista, muestra una fractura interna en la política estadounidense y una estrategia que prioriza el corto plazo electoral sobre la estabilidad normativa.
En el plano internacional, la resistencia china a facilitar la venta evidencia que este conflicto es parte de una rivalidad estratégica más amplia, donde la tecnología y el control de datos son armas clave.
Para los ciudadanos, el desenlace sigue siendo una incógnita, y la historia de TikTok en EE.UU. se mantiene como un caso paradigmático de cómo la política, la economía y la cultura se entrelazan en la era digital, con consecuencias que apenas empiezan a vislumbrarse.
2025-11-12
2025-11-12