
Kaspix, la startup chilena fundada en 2025 por Andrés Valdivieso, Pablo Zegers y Eduardo Izquierdo, ha irrumpido en el ecosistema tecnológico global con una propuesta que desafía los paradigmas tradicionales de la inteligencia artificial. Su innovación principal consiste en desarrollar circuitos eléctricos analógicos con IA embebida que se integran directamente en sensores físicos, eliminando la necesidad de chips digitales y conexión a la nube para procesar datos. Este avance, que combina hardware y software en un formato completamente nuevo, promete reducir costos, consumo energético y riesgos de seguridad, abriendo un abanico de aplicaciones en sectores como la automoción, la energía y la industria manufacturera.
El germen de Kaspix estuvo en Anastasia AI, una firma que ya había llamado la atención internacional al ser seleccionada en 2024 por la aceleradora estadounidense The Alchemist Accelerator. Sin embargo, fue en 2025 cuando los fundadores decidieron crear una empresa independiente en Palo Alto, California, para desarrollar esta tecnología única. “La base teórica se inspira en Claude Shannon, quien demostró que es posible transmitir señales fiables a través de canales ruidosos”, explica Valdivieso, destacando cómo el ruido, que tradicionalmente distorsiona la señal en sensores, es aquí una oportunidad para que la IA física prospere.
El software desarrollado traduce modelos de lenguaje en circuitos eléctricos analógicos capaces de ejecutar tareas cognitivas directamente en terreno, como reconocimiento de patrones o predicción, sin depender de la nube. Esto representa una ruptura radical con los sistemas actuales, donde los sensores recopilan datos pero requieren procesamiento externo y digital.
Desde la mirada empresarial, Kaspix apunta a un mercado global que supera los 170 mil millones de sensores integrados, de los cuales menos del 1% incorporan IA hoy. En la práctica, esto significa una oportunidad para transformar industrias tradicionales. Por ejemplo, “Estamos testeando neumáticos que se monitorean solos, paneles solares que optimizan su rendimiento sin conexión y sistemas de tuberías con sensores cada 100 metros, multiplicando la cobertura por diez”, detalla Valdivieso.
No obstante, la propuesta no está exenta de desafíos. Desde el punto de vista técnico, la integración de IA física en circuitos analógicos es un territorio inexplorado, lo que obliga a Kaspix a formar talento desde cero. “No hay expertos formados en el mundo para esto; Chile tiene una gran reserva de ingenieros y científicos, pero debemos crear un campo completamente nuevo”, reconoce el fundador.
En el plano social y regional, la decisión de establecer una filial en Chile para el desarrollo técnico y formación de talento abre un debate sobre la capacidad del país para sostener proyectos de alta innovación tecnológica y su rol en la cadena global de valor. Mientras algunos sectores ven en esto una oportunidad de liderazgo, otros advierten la necesidad de políticas públicas que acompañen este tipo de emprendimientos para evitar la fuga de cerebros y asegurar impacto local.
A casi un mes de su lanzamiento público, Kaspix ha confirmado acuerdos con socios internacionales en la industria automotriz y energética y avanza en pruebas concretas en vehículos, drones y paneles solares. Su modelo de negocios basado en licenciamiento de diseños para integración en sensores permite escalar sin grandes inversiones en infraestructura, pero también implica que la adopción dependerá de la voluntad y capacidad de los fabricantes.
En suma, Kaspix representa un salto audaz hacia una inteligencia artificial física que puede redefinir la forma en que las máquinas perciben y responden al mundo. Sin embargo, la historia está lejos de cerrarse: la formación de talento, la adopción industrial y el marco regulatorio serán piezas claves para que esta innovación no se quede en la promesa sino que se traduzca en un cambio tangible para la economía chilena y global.
Este proyecto invita a reflexionar sobre el futuro de la IA más allá del software y la nube, y plantea un desafío para Chile en su aspiración de ser un actor relevante en la revolución tecnológica mundial.