
En la mañana del 16 de septiembre de 2025, el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu anunció el comienzo de una gran ofensiva militar terrestre en la Ciudad de Gaza, marcando un hito decisivo en un conflicto que se arrastra desde hace décadas. Esta operación, precedida por intensos bombardeos y ataques aéreos, buscaba desarticular el control de Hamás en uno de los territorios más densamente poblados del mundo, hogar de cerca de 500.000 personas.
Desde el ataque de Hamás en octubre de 2023, que dejó más de 1.200 muertos en Israel y cientos de rehenes, la respuesta israelí no se hizo esperar. La ofensiva terrestre, anunciada en septiembre de 2025, fue la culminación de meses de tensiones y bombardeos selectivos, con la intención explícita de ocupar la Ciudad de Gaza. Según reportes, la operación causó un número devastador de víctimas civiles, con más de 64.905 muertos en Gaza, incluyendo mujeres y niños, según cifras del Ministerio de Salud local.
Desde Jerusalén, el gobierno israelí defendió la ofensiva como una acción necesaria para eliminar a Hamás, al que califican de grupo terrorista y amenaza existencial. El ministro de Defensa Israel Katz afirmó en redes sociales que "Gaza está ardiendo" y que no retrocederán hasta cumplir su misión.
Por otro lado, la Autoridad Palestina y organizaciones internacionales denunciaron la operación como un ataque indiscriminado contra civiles, calificándola de genocidio. En palabras del Ministerio de Relaciones Exteriores palestino, la ofensiva convertía la ciudad en "un gran cementerio". Además, la ONU emitió un informe independiente que alertó sobre el desplazamiento forzado masivo y la crisis humanitaria en la zona.
En el plano internacional, la diplomacia estadounidense, representada por el secretario de Estado Marco Rubio, mostró un apoyo incondicional a Israel, aunque enfatizó la urgencia de una salida negociada. Qatar y otros países árabes, en tanto, condenaron los ataques y reafirmaron la necesidad de mediación para evitar una escalada mayor.
El relato de los habitantes de Gaza es un mosaico de sufrimiento y decisiones extremas. Lina al-Maghrebi, madre de tres hijos, relató cómo fue obligada a vender sus joyas para costear el desplazamiento hacia el sur, enfrentando largas horas en filas interminables bajo la amenaza constante de bombardeos. Otros, como Nivin al-Din, debieron dejar atrás sus hogares y pertenencias, enfrentando la incertidumbre con una mezcla de miedo y determinación.
Estas historias revelan la complejidad del desplazamiento: mientras Israel exigía evacuar hacia el sur, esa zona tampoco garantizaba seguridad, pues también fue objetivo de ataques aéreos. Muchas familias terminaron regresando a la ciudad, atrapadas en un círculo de violencia y precariedad.
A casi dos meses del inicio de la ofensiva terrestre, el panorama en Gaza es sombrío. La infraestructura está devastada, el sistema sanitario colapsado y la población civil atrapada en un conflicto que no da señales claras de resolución. La ofensiva no solo reafirmó la división política y social entre israelíes y palestinos, sino que también evidenció las limitaciones de la comunidad internacional para mediar efectivamente.
Las distintas narrativas, lejos de converger, mantienen una tensión que desafía la posibilidad de una paz duradera. Por un lado, la seguridad y supervivencia de Israel; por otro, la dignidad y derechos humanos de los palestinos. Esta disonancia cognitiva, lejos de ser un obstáculo, es una invitación urgente a la reflexión profunda sobre las raíces del conflicto y las vías posibles para su resolución.
La historia de Gaza en 2025 es una tragedia en pleno desarrollo, con protagonistas que sufren las consecuencias directas y espectadores internacionales que deben decidir si actúan o permanecen al margen. La lección que queda es clara: sin comprensión integral y diálogo sincero, la violencia seguirá siendo el lenguaje dominante en esta región.
2025-09-16