
En la madrugada del 16 de septiembre de 2025, el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu anunció el inicio de una gran ofensiva militar terrestre en la Ciudad de Gaza, un punto neurálgico donde habitan cerca de 500.000 personas. Este movimiento, precedido por intensos bombardeos aéreos, buscaba desmantelar las estructuras del grupo islamista Hamás, al que Israel responsabiliza por el ataque de 2023 que desató esta guerra prolongada.
Horas antes, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) habían exigido a los residentes de Gaza abandonar la zona y dirigirse al sur de la Franja, donde se esperaba que encontraran seguridad. Sin embargo, esta orden encontró resistencia y escepticismo: muchos habitantes denunciaron que el sur tampoco era seguro, debido a los ataques aéreos que también afectaban esa área, y que las condiciones para reubicarse eran insuficientes o inexistentes.
Este desplazamiento forzado, que según estimaciones ha afectado a cerca de 250.000 palestinos, se suma a un contexto ya devastador. El Ministerio de Salud de Gaza reporta más de 64.900 muertos desde el inicio del conflicto, con un alto porcentaje de mujeres y niños. La situación humanitaria ha sido descrita por organismos internacionales como crítica, con escasez de agua, alimentos y acceso a atención médica.
En el plano internacional, la ofensiva ha reavivado polémicas y divisiones profundas. Naciones Unidas, a través de una comisión independiente, denunció la posibilidad de que Israel esté cometiendo un genocidio, una acusación que el gobierno israelí rechaza categóricamente, argumentando que sus acciones están dirigidas exclusivamente contra objetivos terroristas. "No vamos a abandonar y no vamos a devolvernos hasta que completemos la misión", afirmó Netanyahu, reflejando la determinación y dureza de su postura.
Desde el espectro político israelí, la ofensiva ha sido apoyada mayoritariamente por sectores conservadores y de seguridad nacional, que la ven como una respuesta necesaria para garantizar la estabilidad y la seguridad del Estado. En contraste, voces críticas dentro y fuera de Israel, incluyendo organizaciones de derechos humanos y algunos sectores de la comunidad internacional, advierten sobre el costo humano y la posible escalada del conflicto.
En la región, países vecinos y actores globales han manifestado preocupación por la posible expansión del conflicto y sus repercusiones en la estabilidad del Medio Oriente. Además, la crisis ha generado un debate intenso sobre la responsabilidad y el derecho internacional, especialmente en lo relativo a la protección de civiles y el uso proporcional de la fuerza.
Este episodio, lejos de ser un simple capítulo más en una guerra que ya supera los dos años, expone las complejidades de un conflicto enquistado, donde las dimensiones humanitarias, políticas y estratégicas se entrelazan de manera inseparable. La ofensiva terrestre en Gaza no solo redefine el terreno de batalla, sino que también pone en evidencia las profundas fracturas y dilemas que enfrenta la comunidad internacional para buscar una solución duradera.
En definitiva, los hechos confirman que la guerra en Gaza es un escenario donde la tragedia humana se despliega en múltiples niveles: desplazamientos masivos, pérdidas irreparables y un tablero geopolítico en constante tensión. La pregunta que queda es si, tras esta escalada, será posible avanzar hacia una salida que privilegie la vida y la justicia, o si la historia seguirá escribiéndose en medio de la desolación.
2025-09-16